* En el país, el 73% de inversionistas prioriza seguridad antes que rendimiento, mientras el emprendimiento prospera con 99.8% de empresas MiPyMEs activas.
En el cambiante tablero de la economía global, la inversión y el emprendimiento se han convertido en los pilares sobre los que las naciones intentan construir estabilidad y crecimiento. Y es que en un mundo marcado por la volatilidad financiera, la inflación persistente y las tensiones geopolíticas, los inversionistas se enfrentan al dilema entre proteger su patrimonio o arriesgarlo para hacerlo crecer.
Este escenario, que refleja una tendencia global hacia la cautela, tiene en México un matiz particular: un país con una ubicación estratégica, un vasto potencial productivo y un profundo espíritu emprendedor, pero también con desafíos estructurales que limitan la concreción de su potencial.
El panorama mexicano se enmarca dentro de una coyuntura internacional compleja. Tras más de una década de tasas bajas y mercados en ascenso, los inversionistas ahora deben navegar por un entorno dominado por la incertidumbre. Según la encuesta global de Natixis Investment Managers, el 73% de los inversionistas prefiere hoy la seguridad antes que el rendimiento y el 72% teme una mayor volatilidad de los mercados.
En México, la inflación encabeza las preocupaciones con un 61%, seguida por el temor a un desplome del mercado (48%) y un colapso económico (44%). Dos tercios de los inversionistas afirman ahorrar menos debido al aumento de los gastos cotidianos y casi la mitad teme que un debilitamiento de las llamadas “Siete Magníficas” —las grandes tecnológicas globales— afecte severamente sus portafolios.
Este clima de cautela ha llevado a muchos inversionistas mexicanos a redefinir su relación con el riesgo. Mientras el 55% se considera de tolerancia moderada, el 23% adopta un perfil conservador y apenas el 9% se ubica entre los agresivos. En este contexto, los asesores financieros han ganado relevancia: un 36% de los inversionistas considera su vínculo con ellos como una asociación estratégica, mientras otro 32% mantiene una relación más pasiva, reservada solo para decisiones significativas. En promedio, los inversionistas mexicanos tienen 46 años, planean jubilarse a los 63 y cuentan con un patrimonio acumulado de más de 450.000 dólares destinados a su retiro, según el mismo estudio.
Pero más allá de las cifras, el país enfrenta un entorno de inversión paradójico. Por un lado, es el tercer país más complejo del mundo para hacer negocios —de acuerdo al Global Business Complexity Index 2025 de TMF Group—, solo detrás de Grecia y Francia. Por el otro, su atractivo para el capital extranjero no se ha debilitado. Las inversiones provenientes de Estados Unidos, Europa y China siguen fluyendo, impulsadas por el fenómeno del nearshoring y la red de tratados comerciales que sitúan a México como una pieza clave en las cadenas globales de suministro. Sin embargo, la burocracia, la falta de uniformidad regulatoria y los constantes cambios legislativos dificultan la operatividad.
Esa falta de previsibilidad se traduce en mayores costos, tiempos de espera prolongados y procesos administrativos que pueden tardar meses, como la apertura de una cuenta bancaria corporativa. Aun así, las empresas continúan apostando por México, conscientes de que su posición geográfica, su fuerza laboral joven y su potencial manufacturero siguen siendo ventajas competitivas. De hecho, el 60% de las compañías que operan en entornos complejos ha optado por diversificar su presencia geográfica y sectorial, y en América del Norte el 77% adopta esta estrategia como respuesta a la incertidumbre.
Paralelamente, el país vive un resurgimiento del espíritu emprendedor, especialmente entre las nuevas generaciones. Incluso, un estudio de Remitly indica que México figura entre los 15 países con mayor espíritu emprendedor en el mundo, una muestra de la perseverancia y pasión de sus ciudadanos por transformar ideas en proyectos.
No obstante, también ocupa el lugar 20 en la brecha entre mentalidad y acción emprendedora, en otras palabras, la distancia entre soñar con emprender y realmente hacerlo. Las causas son conocidas: falta de acceso a financiamiento, escasa capacitación empresarial y un entorno regulatorio poco amigable.
En esa línea, las cifras de la Asociación de Emprendedores de México (ASEM) confirman que las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyME) representan el 99.8% del total de las empresas del país y generan más de la mitad de los ingresos nacionales, pero muchas de ellas operan en condiciones adversas. Por ejemplo, el 30% de las que trabajan en la informalidad desaparece antes de cumplir tres años. Aquellas que logran formalizarse, en cambio, facturan hasta 3.6 veces más y acceden a mejores oportunidades de financiamiento.
Asimismo, la ASEM también destaca que las empresas fundadas por más de una persona tienen ventas 2.2 veces mayores y las que usan herramientas digitales alcanzan una facturación 4.8 veces superior. La profesionalización, la digitalización y los vínculos con grandes empresas se perfilan como las claves de supervivencia.
El emprendimiento joven es otro de los motores que mantienen viva la economía mexicana. Según la Radiografía del Emprendimiento en México 2024, uno de cada cinco nuevos negocios es fundado por jóvenes entre 18 y 24 años, un dato que refleja una tendencia creciente hacia la independencia económica y la innovación temprana.
Para muchos, emprender no es solo una opción, sino una necesidad ante un mercado laboral que aún ofrece pocas oportunidades, pues el desempleo juvenil alcanza el 4.8%, casi el doble del promedio nacional. Estos jóvenes se caracterizan por su resiliencia, creatividad y dominio digital. Más del 55% utiliza plataformas como Facebook, WhatsApp e Instagram para vender sus productos o servicios, y un 37% combina ventas físicas con canales en línea, apostando por modelos híbridos de negocio.
El perfil del emprendedor mexicano joven muestra una transformación cultural. El 62% tiene estudios universitarios o técnicos y el 48% inició su negocio con recursos propios, principalmente ahorros personales. Solo un 18% accedió a financiamiento formal en su primera etapa, lo que refleja la persistente brecha de acceso al crédito.
Si bien esto pudiera verse como una limitación, ha impulsado nuevas formas de colaboración, ya que uno de cada cuatro emprendedores menores de 30 años participa en proyectos colectivos o cooperativas, y el 32% busca activamente mentores o redes de apoyo empresarial.
Cabe señalar que el ecosistema emprendedor mexicano también se distingue por su diversidad. Casi la mitad de los emprendedores son mujeres y el 19% pertenece a grupos sociales minoritarios. La edad promedio para iniciar un negocio es de 33 años y el 40% lo hace por necesidad económica. Muchos de estos proyectos surgen en la economía informal, pero cada vez más buscan formalizarse y acceder a fuentes de financiamiento.
Este nuevo rostro del emprendimiento en México combina juventud, tecnología y propósito. Los jóvenes emprendedores no solo buscan estabilidad económica, sino también impacto social. La ASEM señala que el 44% afirma que su negocio tiene algún componente sustentable o de responsabilidad social, y el 35% desea expandirse internacionalmente en los próximos cinco años. En un entorno complejo, estos emprendedores representan una generación que no teme reinventarse, adaptarse ni construir desde cero, siendo una generación que ve en el emprendimiento no solo una salida, sino una forma de transformar su realidad.
Ayuda del Gobierno para iniciar un negocio
El ecosistema emprendedor en México no solo crece por iniciativa individual, también cuenta con una red de programas gubernamentales que buscan fortalecer el nacimiento y consolidación de nuevos negocios. Desde créditos accesibles hasta asesorías, incubadoras y programas de capacitación, el gobierno federal y los estados ofrecen alternativas para quienes desean emprender o expandir su empresa.
Entre los principales instrumentos destacan los créditos para emprendedores, que ofrecen tasas preferenciales y plazos flexibles; la asesoría empresarial, que brinda orientación gratuita sobre innovación, marketing y administración; y las incubadoras de empresas, que acompañan al emprendedor desde la idea hasta la consolidación de su modelo de negocio.
A nivel nacional, Nacional Financiera (NAFIN) encabeza la lista de apoyos con una amplia gama de programas como Mueve tu PyME, Impulso NAFIN + Estados y MujerEs Industria, diseñados para cubrir diferentes etapas de crecimiento empresarial. Además, ofrece garantías sobre fianzas, financiamiento verde y créditos especializados. Los requisitos básicos incluyen ser una empresa mexicana formalmente constituida, contar con un plan de negocio viable y demostrar capacidad de pago.
Por su parte, Jóvenes Construyendo el Futuro capacita a jóvenes de entre 18 y 29 años mediante una beca mensual de $7,572 pesos y seguro médico, permitiendo que las empresas participantes sumen talento nuevo mientras contribuyen a la formación laboral. En tanto, el Crédito a la Palabra, impulsado por la Financiera para el Bienestar (FINABIEN), otorga préstamos para microempresas o nuevos negocios de hasta $25,000 pesos, sin intermediarios ni trámites digitales, priorizando la economía local.
Otro programa relevante es el Fondo de Desarrollo Social (FONDESO), enfocado en microcréditos productivos, especialmente para mujeres, cooperativas y locatarios de mercados públicos. Los trámites pueden realizarse en línea y, en algunos casos, la aprobación llega en menos de 48 horas.
A nivel estatal, destacan iniciativas como Fondos Guanajuato, que apoya a MIPyMES con créditos, capacitación y financiamiento sectorial; FOJAL en Jalisco, que combina cursos de incubación con préstamos desde $50,000 hasta $500,000 pesos; y Impulso Nuevo León, que ofrece microcréditos, factoraje y financiamiento productivo. En el Estado de México, el Instituto Mexiquense del Emprendedor impulsa programas como Crédito Colibrí Emprende y Impulso Industrial Regional, además de una red de incubadoras con becas de formación.
Finalmente, el distintivo “Hecho en México” reconoce a las marcas que producen dentro del país, otorgándoles acceso preferencial a incentivos fiscales y programas de desarrollo. Con estas herramientas, el gobierno busca no solo fomentar la creación de empresas, sino también construir una economía más inclusiva y sustentable, donde emprender sea una posibilidad real para todos.
****
....
