En los últimos meses, semanas, días, hemos visto que el nivel de discurso e incluso el nivel de acción política en torno a las próximas elecciones se ha avivado pero también descendido hasta niveles insospechados, el discurso se ha manchado con la banalización y el desprecio al bien común; lo último que esperábamos es que con la guerra sucia institucionalizada en su esplendor termine de normalizarse una conducta histórica que nos ha costado tanto lastre, algo es seguro, los que quieren quedarse en el poder atropellarán la ley que se les ponga enfrente.
De hecho si bien recordamos, todos los procesos electorales en México han tenido poco o mucho de eso que definimos como “guerra sucia”, lodo, patadas bajo la mesa, traiciones, cochupos, acarreos, hemos vivido la intensificación de este fenómeno hasta el nivel de aceptar como natural la relación política-corrupción y no debería ser así.
No es raro que las nuevas generaciones se sientan totalmente apáticas e incluso desprecien la política como parte fundamental en la instauración de legitimidad y basamento social así como en la construcción de nuevas alternativas de transformación, las nuevas generaciones han reducido la política al campo de la corrupción y así la evitan.
Es por eso que la peor crisis que se avecina será la de ausencia de verdaderos líderes que usen la política para cambiar el rumbo, de hecho, esta crisis ya la tenemos y lo podemos visualizar a la hora de barajear nuestras alternativas, simplemente hay pocas oportunidades en la decisión de candidatos, las generaciones que ya hemos vivido este fenómeno tal vez estemos acostumbrados a decidir por el candidato menos peor, o acomodarnos al de nuestro interés personal pero los chicos no aceptan esta disyuntiva y tienen razón.
Lo peor de todo es cuando pasamos a descubrir que sí, la guerra sucia se vuelve institucional cuando pasando por lo que verdaderamente tendría que ser el papel de las instituciones electorales como árbitros tuercen su papel y convierten el proceso en una verdadera carga de dados que, en la lógica favorecería a uno de los contendientes.
En Chiapas nuestros órganos electorales más importantes son: El Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC) y el Tribunal Electoral del Estado (TEE), ambas instituciones se encargan de procesos específicos, mientras que el IEPC organiza las elecciones, aprueba, analiza y ejecuta los procesos internos con los que interactúan organismos y partidos políticos participantes, el TEE se encarga de resolver las controversias y diseñar proyectos que regulen los procedimientos de elección, el Tribunal propone las reglas, el Instituto los aprueba y los ejecuta, en otras palabras, el IEPC es jurisdiccional y el TEE es resolutorio, ambos deberían tener el mismo compromiso, pero no siempre es así.
Hace unos días escribimos en este espacio los acontecimientos que a partir del pasado sábado 24 de febrero se suscitaron en la Asamblea del IEPC, enfocándonos en el punto 24 donde el TEE propone sus lineamientos al procedimiento de elección consecutiva y/o reelección a los cargos de diputaciones locales y miembros de ayuntamientos, nos damos cuenta de que algo anda mal.
En esta propuesta el TEE señala, palabras más o palabras menos, que aquellos presidentes municipales, miembros de ayuntamientos y/o diputados locales que tengan la intención de reelegirse o repetir en el cargo pueden hacerlo sin tener que renunciar a su cargo, es decir, podrán hacer campaña estando en el ejercicio de sus funciones, algo que de entrada es alevoso para sus contendientes electorales.
Pero si podría sorprendernos este punto el que de verdad nos deja anonadados es el siguiente, aquellos que tengan la intención de repetir, además de que podrían no renunciar a su cargo tampoco estarían obligados a entregar su cuenta pública, es decir, pueden hacer campaña con la licencia de no rendir cuentas a nadie sobre los recursos que tiene en responsabilidad, si usa esos dineros públicos para proponer su relección, nunca lo sabremos, tendrán sueltas las manos para hacer lo que se les venga en gana hasta que, claro, sea demasiado tarde.
De entrada el poco ruido que se originó en la asamblea se centró en el voto y aceptación de los consejeros del IEPC quienes legitimaron la propuesta del TEE, no obstante me parece descabellada la propuesta desde su origen, ya no hay mucho tiempo para analizar, tenemos a la vuelta de la esquina el proceso y algo está claro, uno de los dos árbitros está jugando a cargar los dados y no es el IEPC cuya tarea es la de ejecutar la orden, es el TEE quien diseñó el proyecto de lineamiento.
Por si fuera de más, resulta muy sospechoso que a meses del evento sísmico del año pasado el TEE declaró hace pocas semanas que el edificio que ocupa está dañado por lo que cambiará su sede y esto seguramente retrasará los asuntos que atiende, es sospechoso porque justamente ciertos actores políticos han necesitado tiempo para desenmarañar sus asuntos, total que lo verdaderamente importante como es la resolución de controversias y conflictos por asignación de candidatos, alianzas o candidaturas comunes quedarán para la resolución rápida, sin análisis, todo a destiempo y seguramente esto beneficia a alguien.
La peor de las guerras sucias es la que se ejecuta desde un orden de poder, las elecciones son apasionadas desde su propia naturaleza, es una contienda, un encuentro de ideologías, son los contendientes, los participantes de los que se espera guerra sucia, nunca de las instituciones que deberían garantizar la democracia, no debería ser pero es, está pasando en Chiapas.