La derrota del Verde en Tuxtla En la Mira

Héctor Estrada

Pese a lo que se vaya a consumar la noche de este martes o la mañana del miércoles en el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC), el pasado 19 de julio Tuxtla Gutiérrez emitió uno de los mensajes más poderosos de la contienda electoral: en la capital chiapaneca no hay color homogéneo.

Sin resultados preliminares hasta las 21:00 hora de este martes, la contienda electoral vivida en Chiapas, y específicamente en Tuxtla Gutiérrez, fue una de las más enlodadas de las últimas décadas.

Nadie puede negar que los delitos electorales han estado presentes en todas contiendas, sin embargo, el cinismo evidenciado en el proceso electoral que aún no concluye ha sobrepasado todos los límites de la ilegalidad.

Hablo en específico de Tuxtla Gutiérrez porque es lo que vi de manera directa y me consta. Aquí las evidencias de la corrupción se paseaban por las calles, plazas y eventos multitudinarios, donde el reparto de despensas y programas gubernamentales fue un show público del que la mayoría fuimos testigos.

Contra toda esa cargada gubernamental que ya vaticinaba una elección de estado, muchos ciudadanos tuxtlecos salieron a votar. Así fue como el hartazgo contra el partido gobernante, la desconfianza que generaba su candidato “verde” y el deseo de vencer una posible imposición tomaron forma en la candidatura de Francisco Rojas Toledo.

La ciudadanía dio un nuevo ejemplo de organización con el seguimiento puntual a las incidencias de la jornada como medida para subsanar lo que los medios tradicionales maniatados no hicieron. Las fotografías y videos de los acarreos, la compra de votos, el robo de urnas y hasta la detención de funcionarios estatales incurriendo en delitos electorales inundaron las redes sociales.

Hoy a ningún ciudadano honesto le queda duda que en Tuxtla se llevó a cabo una fraudulenta jornada electoral orquestada por el Gobierno del Estado para imponer a su candidato en la capital. Las evidencias desfilaron a la vista de todos, sin vergüenza o disimulo, como nunca antes en Chiapas.

Pero consumar el fraude en Tuxtla Gutiérrez no le ha resultado nada sencillo al partido gobernante. Hoy la ciudadanía ha dado cátedra de organización y responsabilidad democrática. Se dio a la tarea de fotografiar las actas expuestas fuera de las casillas y realizar su propio conteo. Sin partidos ni mañas.

Por eso supimos la tendencia de las votaciones, incluso antes de que el propio IEPC decidiera suspender su programa de resultados preliminares en un procedimiento sospechoso. Lo hizo ocho horas antes de lo que marca la ley, omitiendo el conteo de varias casillas donde había obtenido más votos el candidato panista. Las pruebas de los casos estaban visibles en redes.

Dos días después de la elección la ciudadanía sigue en las calles y a la puerta del Consejo Municipal Electoral resguardando la efectividad de su voto. Durmiendo ahí. Son ciudadanos ejemplares que merecen el reconocimiento más puro y honesto. Verlos esperar pacíficamente bajo las inclemencias del tiempo también me dio una nueva lección de convicción y valor que nutre.

No es posible que los conteos ciudadanos y los conteos de los demás partidos políticos den ganador al mismo candidato con similar margen de ventaja, mientras el candidato oficial y el IEPC, bajo órdenes gubernamentales, se empecinen en argumentar resultados distintos. Resulta un hecho fuera de toda lógica.

Sin resultados oficiales, el Partido Verde Ecologista de México sabe muy bien que legalmente perdió a Tuxtla Gutiérrez. Que su ambición desmedida les ha arrebatado a la capital chiapaneca. Y no me refiero a la alcaldía, sino a la credibilidad y empatía  de una población molesta y enardecida por la arbitrariedad gubernamental.

Si Fernando Castellanos es declarado ganador de la contienda pierde Tuxtla Gutiérrez y su democracia, pero también pierde el gobernador Manuel Velasco con todo sus aspiraciones presidenciables cada vez más lejanas.

Sí Manuel Velasco reconoce la derrota de su candidato en la capital estatal pierde menos de lo que podría costarle una imposición tan escandalosa. Gana piscas de credibilidad y evita un Tuxtla volcado en su contra, una ciudad que ya ha demostrado estar dispuesta a defender su derecho a decidir el gobierno que quiere.