La venganza de Absalón contra Izapa (Artículo Único) Angel Mario Ksheratto —Aquí va a gobernar un priista, ¡por mis güevos!, —gritó envalentonado el entonces intocable general Absalón Castellanos Domínguez, a la sazón gobernador de Chiapas.

Cientos de habitantes de Tuxtla Chico que habían elegido por primera vez a un candidato del Partido Acción Nacional, no dejaron que terminase la frase. Piedras, garrotes, botellas y maledicencias volaron sobre el imprudente político que apenas tuvo tiempo para ser sacado en vilo del templete por sus guaruras. Iba, cuentan, estilando líquido de la entrepierna; el habitual color rojo de su rostro, se había tornado en un blanco verdoso. Desde entonces, ningún gobernador había puesto un pie en éste municipio. (El primero en 30—35 años, fue Manuel Velasco hace unos meses.)

Y desde entonces, los beneficios del Estado y la Federación, disminuyeron hasta nada. Cuentan exalcaldes de Tuxtla Chico que cuando intentaban hacer labor de gestoría en alguna dependencia federal, la respuesta era la misma: “Su municipio está catalogado como el que todo lo tiene… ¿Para qué quiere drenaje si su red de alcantarillado fue planeada para que dure 75 años? ¿Para qué quiere un parque si ya tiene seis en la cabecera municipal? ¿Para qué quiere una cancha de básquetbol si ya tiene un complejo deportivo de primer nivel?

Izapa, el centro arqueológico dentro de los límites de ese municipio, no quedó exento de la venganza del general y la clase priista; abandonado, éste ha sido por años, reducido a un montón de piedras prehispánicas a las que el Instituto Nacional de Arqueología e Historia, no ha dado la menor importancia, precisamente desde el sexenio de Castellanos Domínguez.

Las restricciones dentro del complejo donde se encuentran vestigios de una de las civilizaciones más importantes de Mesoamérica, son por mucho, ridículas: no tomar fotos. Y si se toman, está estrictamente prohibido subirlas a las redes sociales, revistas de turismo, arqueología u otras especialidades, ni a periódicos. No utilizar instrumentos de fotografía que dañen el suelo y las piedras; no tomar fotos con flash. No tomar dos fotos al mismo monolito, estela o pirámide.

Está prohibido ingresar con corbata, traje completo, vestido de noche, tacones altos… ¡Vaya, nadie vestido con elegancia puede ingresar! En el caso de periodistas, tienen estrictamente prohibido realizar alguna crítica al INAH y a la ahora Secretaría de Cultura so pena de no volver a permitirles el ingreso. Si se llegare a difundir una foto del lugar, esa institución estaría en su derecho de demandar por “daño al patrimonio de la Nación”…

No pasa lo mismo en otras zonas arqueológicas del estado. En Palenque, incluso se cometen excesos como, por ejemplo, la renta de espacios aledaños para celebraciones festivas o el permiso para que quinceañeras y recién casados se tomen “la foto oficial”.

El olvido y la indiferencia del INAH y la SC son sumamente notorios, a pesar que los tres sitios arqueológicos están asentados dentro de propiedades privadas. Sin embargo, cuentan entre dientes los propietarios —que son encargados con sueldo de ambas instituciones— no pueden ablandar las disposiciones, en virtud de tener encima la amenaza de ser despojados de sus propiedades.

¿Por qué un sitio arqueológico de la importancia de Izapa no es promocionado como lo son otros en Chiapas y el resto del país? ¿Sigue, acaso, surtiendo efecto la venganza del militar, retrógrada y represor? Lastimosamente, eso último, es lo más cercano a la realidad de ese que debería ser, uno de los atractivos más fuertes del Soconusco, turísticamente hablando. Los dueños—encargados, solo cumplen un ordenamiento. Saben que les afecta, que no les reditúa ingresos, pero se conforman con hacerse, de vez en cuando, de la vista gorda.

Constantemente, escuchamos a funcionarios locales decir que se va a incentivar el turismo; que las zonas arqueológicas se van a dinamizar y se les va a sacar el mejor provecho. Ahí está la gran oportunidad: exigir al INAH que levante restricciones groseras y estúpidas y permita la promoción de Izapa para generar más atractivos turísticos para la entidad. Decía líneas arriba que, desde el general Castellanos, ningún gobernador habíase tomado el atrevimiento de ir a Tuxtla Chico.

Manuel Velasco, ya lo hizo una vez. Es el momento de salvar esa barrera que sus antecesores impusieron para reactivar Izapa como destino para los turistas. Promoviéndolo más y levantando restricciones torpes. Los “güevos” de un general, no pueden seguir siendo la razón para el olvido, la marginación y el abandono de un pueblo con historia prehispánica.