Magisterio a contracorriente Artículo Único

Angel Mario Ksheratto

@ksheratto

Siempre ha sido lo mismo: la amenaza que lleva el claro mensaje de rendición. En las últimas horas, la Secretaría de Gobernación condicionó a los maestros para instalar las mesas de negociación requeridas; si regresan a las aulas, se abriría el proceso de conversaciones. Días antes, el titular de Educación, Emilio Chuayfet Chemor, había revertido el compromiso de posponer la evaluación a la que se opone la facción más radical y violenta de la Coordinadora Nacional de la Educación, CNTE.

Fue ese episodio, una plática en teléfono descompuesto. Lo habrían entendido, los maestros, como la anulación de ese requisito, lo que generó un clima de relativa calma electoral, principalmente en los estados donde la Coordinadora tiene influencia. Terminado el proceso electoral, el gobierno Federal recompuso el discurso e hizo las precisiones que desataron de nuevo a las hordas de maestros, dispuestos a destruir todo a su paso.

La sospecha generalizada es que los dirigentes magisteriales, habrían vendido el movimiento para permitir el ejercicio del sufragio sin contratiempos. O habrían sido engañados con un ofrecimiento que luego se vino abajo y ha provocado la continuación de un paro de labores que incluye vandalismo en todas sus modalidades.

Como quiera que haya sido, las demandas de ese sector magisterial, no tienen visos de atención seria. Y no las tienen porque ambas partes se han radicalizado. La evaluación para elevar la calidad educativa, es buena. Obligará a los maestros a prepararse mejor; basta ver los carteles y mantas que llevan en sus marchas para darse cuenta que, por lo menos, requieren de algunas cátedras de redacción y ortografía.

Oponerse a elevar la calidad educativa, es un contrasentido. Es navegar contra la exigencia ciudadana de superar viejos retrasos que han sido caldo de cultivo para otros males que asuelan al país como la corrupción, la impunidad, la violencia y la pobreza, por citar solo a los más graves. Anteriormente, los maestros luchaban por tener una mejor preparación. Costó mucho sudor, lágrimas y sangre que se abrieran carreras pedagógicas, licenciaturas, maestrías y doctorados.

Cierto es que, ante la poca preparación de los maestros, muchos corren el riesgo de ser rechazados para dar cátedras. De ahí se anclan para decir que el gobierno pretende desaparecer al sector educativo e incluso, corren el rumor que se intenta privatizar la educación que, constitucionalmente, es laica, gratuita y obligatoria. No hay tal privatización.

Lo que sí hay, es incapacidad del gobierno para negociar los términos, condiciones y otros factores para la evaluación. Una alternativa podría ser que se abran procesos de una seria y responsable capacitación de éstos, antes de someterlos a las pruebas correspondientes. Es decir, que reciban cursos intensivos y efectivos para que no lleguen a la evaluación en seco.

Otra alternativa debiera ser la de la categorización o jerarquización magisterial. Hay maestros que tienen cualidades para dar clases a alumnos avanzados y los mantienen en aulas donde su perfil no encaja ni con la capacidad de los alumnos ni con la del mentor.

La solución es cuestión de enfoques y capacidades. Es cosa de tomar la seriedad necesaria para juntos, alcanzar acuerdos que beneficien, primeramente, a los estudiantes. Hemos visto que los maestros, solo buscan el beneficio propio; piensan egoístamente y actúan de acuerdo a intereses mezquinos, no al interés superior que es el de una educación sólida, de calidad. Cuando se haya superado esa etapa, estaremos hablando de un movimiento real, congruente y consecuente con la idea de un país progresista.

La violencia no conduce a ninguna parte; sí, desnuda y evidencia la escasa educación de quienes la practican. Esa violencia ha llevado a pensar que el grado de preparación de los maestros, es infinitamente menor a la que se creía. Los acontecimientos en que han participado, son deplorables y han ganado más repudio que apoyo. Por eso es urgente que retornen a la civilidad, que debatan en las meas, no combatan en las calles; eso no los beneficia a ellos ni a los ciudadanos que finalmente, son víctimas de un sector que otrora, era el ejemplo a seguir.

Mantener el grado de confrontación por sobre la posibilidad del diálogo franco, es un error que tarde o temprano, se pagara caro. Y no los maestros, sino la niñez y la juventud que está siendo afectada y está absorbiendo los malos ejemplos de un magisterio intolerante, injusto, violento y amenazante. ¿A quién benefician con una rebeldía sin causa, sin objetivo y sin destino?

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