Ni perdón ni olvido, claman los mexicanos desde que se hizo el anuncio presidencial de amnistiar a los corruptos del pasado, incluyendo, soslayadamente, a capos del crimen organizado; ha sido, desde luego, polémica la postura del presidente López Obrador, puesto que en el caso concreto del México presente, perdón y olvido engendran impunidad y ésta última, más corrupción.
En eso estábamos cuando (hace unas horas) el mismo presidente ha exigido a los monarcas españoles y al alto mando de El Vaticano, “pedir perdón” por las atrocidades cometidas por los conquistadores y evangelizadores. La petición presidencial tiene cierta lógica, aunque navega en un océano de incongruencias: que pidan perdón los malos del otro lado del mundo —muertos hace siglos—, pero a los de acá, nosotros les otorgamos —sin que lo hayan pedido—, el perdón a sus excesos y abusos.
Parece solamente un juego de palabras; un galimatías y un enredo que, como la cascada de disculpas públicas “oficiales” a los familiares de las víctimas de desapariciones forzosas, secuestros y asesinatos, no resuelven ni remotamente los problemas de fondo que con todo y pretendidas transformaciones, siguen tan robustos como antes.
Coincidimos en que los delincuentes enviados por los reyes españoles hace 527 años, para descubrir y conquistar vastos imperios indígenas, violaron todos los derechos y todas las leyes posibles, incluso, en el nombre de Dios.
¿Basta un “perdonen ustedes, señores”? Desde el punto de vista histórico, una respuesta del Papa y/o de los actuales reyes de España, no sanará heridas sociales profundas, que hasta hoy, tienen a América Latina sumida en pobreza, marginación y olvido institucional. No devolverá tampoco el esplendor de los incas, mayas, aztecas, olmecas…
El perdón, dicen muchos filósofos, es una necesidad natural, pero al mismo tiempo, trivial e impersonal. Solemos pedir perdón ante cualquier posible error, lo cual no significa que con ello, reparemos el daño de manera integral. Son solo frases y hasta largos discursos amables, pletóricos, respetuosos, pero el daño causado, ahí seguirá por largo tiempo.
Pedirlo, es una rutina mesiánica. Para decirlo menos duro, digamos que es mostrar cierta voluntad mediadora, tan necesaria para los políticos de nuestros tiempos. Como el lavado de las manos: “ustedes son pobres, por culpa de aquellos que, al ofrecer perdón, han reconocido sus yerros; yo, nada tengo que ver con su desgracia.”
España y el Vaticano, podrán pedir perdón 70 veces siete al día, pero, ¿olvidaremos los latinoamericanos el saqueo, las masacres, el exterminio de grandes civilizaciones precolombinas? ¡Claro que no! Mientras exista la tragedia indígena en cada pueblo, en cada región, en cada país, veremos el daño que causaron clérigos y asesinos del viejo mundo.
De esa forma, el perdón solicitado por el presidente López, es solo una ocurrencia, porque no por lo que los jerarcas aludidos digan, desaparecerán, como por arte de magia, la pobreza y marginación de los pueblos indígenas de México.
Algunos teólogos afirman que el perdón es olvido (San Agustín). Si en esa lógica AMLO pide que pidan perdón, la pretensión podría ser entonces, que olvidemos las matanzas y se acaben los resabios contra la Corona; en todo caso, que ellos —los reyes y la alta curia vaticana—, olviden su responsabilidad y deuda histórica y moral con los pueblos originarios de América. Es como si el diablo, exigiese disculpas a Dios por haberle hecho tan malo, feo, perverso y sinvergüenza.
El excelentísimo señor López debe saber que ya es presidente; su tarea y obligación constitucional, es gobernar bien, para que los males heredados desde el descubrimiento, la conquista y la colonización, se superen con acciones a favor de los más necesitados y no con peticiones que sobrepasan los cánones históricos y rayan en la falta de seriedad y aplomo.
Transitorio
Al doctor Gurría, alcalde de Tapachula, se le complican las cosas; ahora, según reportes de la prensa local, tricicleros que recolectan basura en esa ciudad, le fueron a tirar los desechos a la entrada del ayuntamiento, en protesta por los altos cobros de “impuestos”, que dicho sea de paso, no necesariamente pasan por la tesorería municipal.
Lejos de responder con acciones, el edil tapachulteco, recurre a intimidaciones y ataques en las redes sociales. Mal y de malas, el otrora emblema de MORENA en Chiapas. ¿Qué cuentas dará a AMLO?