* Durante el  primer semestre de 2025 hubo 325 investigaciones y 225 fallecidos, siendo los motociclistas y conductores las mayores víctimas.

El tránsito urbano, presente en ciudades de cualquier escala, reúne a conductores, motociclistas, peatones y ciclistas en dinámicas que requieren coordinación constante. Aunque suele percibirse como un sistema estable, basta un siniestro vial para evidenciar la importancia de la atención al conducir, la calidad de la infraestructura y las políticas públicas orientadas a la seguridad. Estos hechos no solo alteran la rutina diaria, sino que también ponen en relieve la vulnerabilidad del sistema de movilidad y la necesidad de fortalecer las condiciones que permitan desplazamientos seguros en entornos urbanos.

En México, esta realidad se ha convertido en un espejo claro de los desafíos pendientes. Las muertes y lesiones derivadas de hechos de tránsito no son cifras aisladas, sino el reflejo de un problema que continúa afectando a miles de personas año tras año. Las consecuencias se sienten en los hospitales, en las comunidades y, sobre todo, en las familias que enfrentan pérdidas abruptas y, muchas veces, evitables.

Las estadísticas permiten dimensionar el tamaño del fenómeno, pues los accidentes viales ya son la quinta causa de muerte en el país, con 39 mil 919 defunciones anuales, de acuerdo con el Inegi. Incluso, esto supera a los homicidios y a varias enfermedades respiratorias, lo que coloca al tema en una posición crítica dentro de la agenda pública. De hecho, más de 17 mil personas fallecen anualmente en siniestros de tránsito, un promedio de 46 muertes cada día.

En este contexto, durante el segundo trimestre del año, entre abril y junio, los motociclistas se consolidaron como el grupo más vulnerable en la Ciudad de México. De las 114 muertes registradas en ese periodo, 51 fueron conductores de motocicleta, lo que representa casi la mitad del total (44.7%). A ellos les siguieron los peatones, con 29 fallecimientos; los pasajeros, con 18; los conductores de automóvil, con 14; y finalmente los ciclistas, con apenas dos casos.

Aunque los ciclistas mantienen el porcentaje más bajo de mortalidad, el panorama para los motociclistas se ha deteriorado con el tiempo. En 2018, dos de cada diez motociclistas accidentados perdían la vida; un año después, la proporción ya alcanzaba cinco de cada diez. Para 2025, su condición de grupo más expuesto quedó plenamente consolidada, impulsada por un crecimiento acelerado del uso de motocicletas y por prácticas de movilidad que siguen siendo motivo de preocupación.

Estos datos, difundidos por la Secretaría de Movilidad. muestran que la mitad de las muertes ocurridas en el periodo —57 de 114— fueron consecuencia directa de choques. En estos siniestros fallecieron 27 motociclistas, 14 conductores, 13 pasajeros, dos ciclistas y un peatón; en tanto, el resto de los decesos se debió a atropellamientos, derrapes, volcaduras y caídas de pasajeros.

Si bien algunas tendencias han presentado mejoras con el paso de los años, estas no han sido suficientes para revertir la gravedad del problema. Un ejemplo es la proporción de peatones fallecidos, que pasó de cuatro a tres de cada diez víctimas mortales entre 2019 y 2025. No obstante, este grupo continúa siendo el segundo más vulnerable.

El perfil de las víctimas en CDMX también aporta claves importantes y en el segundo trimestre, el 83% de las personas fallecidas fueron hombres, es decir, 95 de 114. Si el análisis se amplía a todo el primer semestre de 2025, la proporción se mantiene: ocho de cada diez víctimas mortales son hombres. A esto se agrega otra constante alarmante, ya que la mayoría de las personas fallecidas tenía entre 18 y 45 años. Se trata de la población económicamente activa, aquella que utiliza las calles para trabajar, estudiar o atender sus actividades diarias.

Las variaciones de año con año permiten observar una evolución compleja. Las carpetas de investigación por fallecimientos en hechos de tránsito durante el primer semestre sumaron 325, cifra que representa un aumento del 27% respecto al mismo periodo de 2019. Sin embargo, también implica una disminución del 16% en comparación con 2024, cuando se contabilizaron 389. El número total de fallecidos en ese primer semestre —225 personas— ofrece una lectura intermedia: es menor al del año pasado, pero mayor que el de 2019, 2020, 2021, 2022 y 2023.

En cuanto a los incidentes viales reportados al C5, durante el segundo trimestre se registraron 18.079, una reducción de 11.5% frente al mismo periodo del año anterior. Si se considera todo el primer semestre, la baja fue del 9.7%. Aun así, el riesgo se concentra en momentos y lugares específicos. Entre abril y junio, el 19% de los hechos fatales ocurrió entre la medianoche y las primeras horas de la mañana de sábados y domingos, un horario donde confluyen fatiga, velocidad y, frecuentemente, consumo de alcohol. Además, el 34% de los accidentes mortales se registró en ejes viales y el 29% en vías de acceso controlado.

Las avenidas con más siniestros fueron Anillo Periférico, calzada Ignacio Zaragoza, Circuito Interior, Eje 1 Oriente, Eje 3 Norte, Eje 8 Sur y Eje Central. En estos corredores, pese a la prohibición para motocicletas de bajo cilindraje, su presencia persiste, lo que incrementa los riesgos en zonas donde la velocidad y el flujo vehicular suelen ser elevados.

De esta manera, la movilidad continúa enfrentando desafíos profundos y, aunque existen esfuerzos institucionales para reducir la incidencia de siniestros viales, los números recuerdan que la seguridad en las calles sigue siendo un desafío pendiente. Esto exige constancia, políticas sostenidas y una ciudadanía cada vez más consciente de que cada decisión al volante, o al caminar, puede marcar una diferencia entre la vida y la muerte, en un entorno donde incluso contar con un seguro de autos se vuelve parte de asumir la responsabilidad que implica desplazarse por la ciudad.

Carreteras más peligrosas

La compleja situación vial que atraviesa el país no solo se manifiesta en las zonas urbanas, sino también en la vasta red de carreteras federales, donde miles de automovilistas se desplazan diariamente y enfrentan condiciones desiguales de mantenimiento, seguridad y supervisión. Muchas de las tendencias observadas en ciudades, como el exceso de velocidad, la falta de control en horarios críticos y la vulnerabilidad de ciertos usuarios, se reproducen con mayor intensidad en los caminos interurbanos, donde los riesgos se amplifican por las distancias, la circulación de transporte pesado y la limitada capacidad de respuesta ante emergencias.

Uno de los corredores más problemáticos sigue siendo la autopista México–Puebla, especialmente entre los kilómetros 40 y 70. En este tramo convergen factores que elevan la probabilidad de accidentes y hechos delictivos, esto debido al tráfico constante de camiones de carga, episodios de niebla densa que reducen la visibilidad y reportes frecuentes de asaltos tanto a vehículos particulares como a transportistas.

Una situación similar se observa en la autopista México–Querétaro, una ruta estratégica para el flujo económico del centro del país. A la altura de la zona metropolitana del Valle de México, donde confluyen miles de automovilistas al día, los choques por alcance son uno de los incidentes más comunes debido al exceso de velocidad y a la congestión permanente. Aunque se trata de una de las carreteras mejor comunicadas y con mayor aforo, la saturación vehicular ha convertido sus tramos urbanos en puntos rojos recurrentes para la Guardia Nacional.

México–Cuernavaca también destaca por su historial de siniestros, en especial en las curvas cerradas donde los descuidos al volante se traducen en accidentes graves. La falta de iluminación en ciertos puntos incrementa la peligrosidad durante las noches, razón por la cual las autoridades insisten en la importancia de evitar traslados nocturnos o, en su defecto, extremar precauciones para reducir riesgos.

Más allá del centro del país, otros estados enfrentan desafíos aún mayores. Veracruz, Guerrero y Michoacán han sido señalados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) como entidades con tramos carreteros de alto riesgo, tanto por la incidencia de accidentes como por los robos a transportistas y automovilistas particulares. En estas regiones, los reportes indican que las condiciones del pavimento, la falta de señalización y la presencia de grupos delictivos convierten ciertos corredores en rutas que muchos choferes evitan cuando es posible.

Ante este panorama, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) anunció que reforzará los operativos carreteros durante el último trimestre del año. Esto incluye un incremento en la presencia de la Guardia Nacional, la instalación de más cámaras de vigilancia y la rehabilitación de al menos 1,200 kilómetros de caminos federales, priorizando aquellos con mayor índice de siniestralidad. Esta intervención busca reducir no solo los accidentes, sino también la sensación de inseguridad que se ha ido arraigando entre los usuarios.

De cualquier forma, los especialistas insisten en que la responsabilidad individual continúa siendo determinante para reducir riesgos. Recomiendan revisar el vehículo antes de cada viaje, mantener comunicación constante con familiares o servicios de asistencia, respetar límites de velocidad y evitar conducir durante la noche en tramos conocidos por su peligrosidad. Pese a los esfuerzos institucionales, la seguridad vial en carreteras sigue siendo uno de los grandes retos del país y cada año se registran más de 12 mil accidentes con víctimas en autopistas federales, una cifra que confirma que la movilidad interurbana requiere una atención tan urgente como la que demandan las calles de la ciudad.

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