Héctor Estrada
El relevo de Ricardo Aguilar Gordillo en la Secretaría de Educación de Chiapas es un hecho que se había postergado durante algunos años debido a la maquiavélica forma en que el ex funcionario había operado su permanencia entre las mentiras sistemáticas y el chantaje hacia los bloques sindicales y el mismo gobierno que postergó en el cargo por casi cinco años.
Desde la aprobación y aplicación de la controversial reforma educativa los días de Aguilar Gordillo en la dependencia heredada por Juan Sabines Guerrero comenzaron a complicarse. Para nadie es un secreto el deficiente actuar de la Secretaría de Educación estatal en torno a la insurgencia magisterial contra dicha reforma.
El manejo gubernamental de la reforma educativa y su impacto en Chiapas ha sido uno de los peores a nivel nacional, con los resultados más caóticos y una falta de diálogo evidente. Aquí el saldo de la insurgencia ya tiene entre sus estadísticas victimas mortales, múltiples heridos, plantones indefinidos, enfrentamientos altamente violentos y miles de horas-clase perdidas.
A lo anterior se le han sumado otros tantos conflictos igual de graves como los escándalos por desvío de recursos y el prolongado incumplimiento de la dependencia para sufragar los salarios de miles de docentes que simplemente no recibieron el pago por su trabajo. Algo que aún sucede con decenas de profesores de secundarias técnicas en la entidad.
En general, la política educativa en Chiapas para la solución de conflictos y garantizar el derecho a la educación ha sido un desastre. La poco ortodoxa forma de Ricardo Aguilar para tratar de quedar bien con las partes en conflicto gestó un complicado escenario que hoy mantiene a la entidad como un “foco rojo” en esa materia.
Su salida de una secretaría estatal tan estratégica se había demorado por razones que muy pocos comprendieron, pero finalmente los puntales políticos que lo mantuvieron ahí desde los últimos años del gobierno sabinista terminaron por romperse.
Ahora, en su afán por mantenerse en el gabinete estatal y no soltar el sustento del erario público, Aguilar Gordillo ha optado hasta por autopostularse a cargos públicos que ni siquiera tiene vacantes a la vista. Así es como el ex secretario de educación ha iniciado casi de manera inmediata una campaña para autopromoverse a la titularidad de Coneculta o su posible futuro como la secretaría de cultura en Chiapas.
Pero la sola idea de pensar en Ricardo Aguilar para una dependencia así sería otro error. El gobierno de Manuel Velasco no puede darle el lujo de volver a fracasar. La posibilidad ni siquiera resulta viable, por lo que el asunto suena más a un sueño guajiro del ex secretario que a una propuesta seria para las políticas culturales en la entidad.
Finalmente, la realidad es que al interior del propio Coneculta los rumores reales de posibles cambios aún son lejanos, entre los pasillos de la Dirección General el asunto no es tema sobre la mesa y la posibilidad aún no se ve como algo serio. Bastará esperar a que las aguas se cambien para conocer el destino real de un ex secretario al que parece que “el 20” se le ha terminado.