Mientras el Secretario de Gobierno, Juan Carlos Gómez Aranda, se ocupa casi de tiempo completo a organizar la visita papal y el gobernador Manuel Velasco Coello festeja aún la tan cacaraqueada detención del “Chapo Guzmán”, en Chiapas algunos municipios se han convertido en verdaderos polvorines que arden sin control.
El caso de Oxchuc es el ejemplo más reciente y uno de los más violentos sobre la efervescencia social y la ingobernabilidad acrecentada en la entidad chiapaneca desde hace ya varios meses. No fue necesario ni siquiera esperar a que concluyeran los primeros 15 días del año para que Chiapas y el actual gobierno dieran nuevamente la nota nacional.
En ese municipio, como en otros tantos de la entidad, los remanentes del fraudulento proceso electoral pasado todavía mantienen a las comunidades en plena combustión. Ahí ni el tiempo, ni la complicidad de la autoridad electoral o la indiferencia de las autoridades de gobierno ante la intensa inconformidad social han calmado los ánimos.
Oxchuc es sólo la primera muestra del 2016 acerca de que las cosas en Chiapas no están bien y van de mal en peor. En menos de una semana el saldo en ese municipio arrojó un total de 66 policías lesionados, 15 casas quemadas, cinco vehículos particulares calcinados y dos autobuses secuestrados y quemados en donde viajaban decenas de turistas canadienses, norteamericanos, suizos y daneses.
Será justo este martes cuando la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles del Centro de Chiapas de una conferencia de prensa para fijar una postura el respecto. Lo anterior se suma a lo hecho anteriormente por la empresa de autobuses AEXA que en menos de un mes ha perdido dos unidades como resultado de las manifestaciones violentas en diferentes puntos geográficos del estado.
Y es que no es para menos. La mala imagen turística y las pérdidas económicas suman ya varios millones de pesos para particulares que ninguna responsabilidad tienen en semejantes conflictos. Todo, ante la vista omisa de autoridades estatales para quienes figurar en las noticias de sociales y espectáculos resulta más importante que garantizar la gobernabilidad interna.
No cabe duda que la seguridad social en Chiapas está ya fuera de todo control para quienes hoy son responsables de la paz y estabilidad. La caótica situación propiciada y nutrida por las acciones arbitrarias del actual gobierno mantiene a la entidad en un caos casi permanente, donde la falta de capacidad y oficio político han servido de combustible puro.
Hoy en la entidad chiapaneca parece que las prioridades gubernamentales se reducen a la organización de eventos multitudinarios, las visitas papales, la re-eliminación populachera de impuestos y tapizar de publicidad todos los espacios posibles con mensajes e imágenes muy lejanas a la realidad que viven día a día los chiapanecos.
Resulta evidente que urge a gritos un nuevo relevo en la Secretaría General de Gobierno, pero sobre todo un cambio inmediato de políticas públicas en Chiapas que devuelvan la estabilidad a muchos municipios e intenten (al menos) recobrar la confianza perdida en las autoridades locales que francamente también parece extraviadas en el camino.