Si aún hay quien se pregunta por qué la ciudadanía ya no cree en sus autoridades, Chiapas podría convertirse en el mejor ejemplo reciente que despeje semejantes dudas. Y es que, en sólo 24 horas, dos diferentes instancias de seguridad y procuración de justicia tuvieron que confirmar y desdecirse de dos hechos ocurridos en la misma entidad.

El primero de ellos sucedió luego de que el propio presidente de la Mesa Directiva del Congreso de Chiapas, Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, denunciara en sus redes sociales la sustracción ilegal de “cajas con información relevante” de las instalaciones de la Auditoría Superior del Estado (ASF), sin que hasta ese momento la propia instancia o las autoridades ministeriales hubieran dicho algo al respecto.

Luego de la ola de condenas, a la Fiscalía General del Estado no le quedó de otra que salir a reconocer, mediante un comunicado oficial, el robo de las “cajas con información”, desatando así una avalancha de sospechas y señalamientos que llegaron a la agenda nacional, por lo que, de manera sorpresiva, en sólo 24 horas salió a anunciar la captura del presunto responsable.

Sin embargo, el dato curioso de la rápida detención fue justo la nueva versión de las autoridades, quienes terminaron desdiciéndose, asegurando que nunca hubo sustracción de “documentación oficial”; presentando además como presunto autor material a un humilde joven que, sin mayor equipo, habría burlado toda la seguridad del edificio para salir con aparatos de cómputo, sin que nadie se diera cuenta.

El segundo caso tocó las esferas nacionales, luego de que, durante la conferencia mañanera de Palacio Nacional, el propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, asegurara de manera textual que elementos de la Sedena, la Marina, la FGR y la SSyPC, “tras ejecutar una orden de cateo (en Chiapas), detuvieron a Jesús Esteban N. Identificado como un objetivo prioritario y líder de una célula (del crimen organizado) en la entidad”.

La noticia corrió como pólvora por lo importante de semejante detención. No obstante, las aseveraciones mañaneras del secretario de seguridad federal terminaron por desmentirse esa misma tarde por su propia dependencia, asegurando que, al final de cuentas, no había habido ninguna detención durante el “cacaraqueado” cateo en Tuxtla Gutiérrez.

Los dichos y desdichos de manera exprés desataron un inevitable desconcierto entre la población. Y no es para menos. La facilidad con la que ambos casos concluyeron, llenos de contradicciones y sospechas, alimentan la desconfianza de la ciudadanía. Sobre todo, en medio de discursos que aseguran honestidad y transformaciones de fondo.

Y es que, no podrá haber cambios de la percepción social sobre sus autoridades mientras el quehacer político e institucional siga llenándose de incongruencias y contradicciones básicas. Sobre todo, en temas tan esenciales como la rendición de cuentas y la impartición de justicia, que ya bastante descrédito arrastran… así las cosas.