Tuvieron que pasar décadas para que la columna hídrica del valle de Tuchtlán comenzara su recuperación. Y es que, por alrededor de un cuarto de siglo el río Sabinal permaneció convertido en el principal desfogue de agua negras para una ciudad que creció aceleradamente, sin planeación urbana y sin responsabilidad ambiental.

Muy lejos estaba ya aquel río que nuestros abuelos o bisabuelos recordaban como un afluente limpio, de chapuzones alegres y pláticas de lavanderas. La segunda mitad del siglo pasado vio acelerar el número de descargas clandestinas de aguas residuales, que finalmente se volvieron incontrolables por gobiernos irresponsables.

Hasta junio de 2016 el Consejo de la Cuenca Grijalva-Usumacinta calculaba la existencia de al menos 33 descargas importantes de aguas negras o residuales hacía el afluente, además de otras tantas descargas menores ocultas cerca de las periferias. El Sabinal, finalmente se había convertido en el desagüe de Tuxtla, y las aguas o sus olores no dejaban dudas de ello en varios puntos de su trayecto.

Hoy, luego de una serie de esfuerzos coordinados, parece que las aves migratorias, anfibios y especies han comenzado a retornar. Las fotografías del regreso de la fauna a distintos puntos del afluente han llenado de optimismo a las redes sociales. Y es que, en honor a la verdad, también hay que decir lo que se ha hecho bien. Sobre todo, si se trata del medio ambiente.

Según fuentes oficiales, durante los últimos dos periodos municipales se han invertido más de 800 millones de pesos en el rescate del río. Los trabajos han incluido la clausura del total de las principales descargas clandestinas de aguas residuales que habían sido detectadas en el área urbana de Tuxtla, además de la rehabilitación de las plantas de tratamiento que no funcionaban u operaban por debajo de su capacidad óptima.

De acuerdo a cifras del Sistema Municipal de Agua Potable y Alcantarillado, actualmente se estima que las seis plantas de tratamiento de aguas residuales en la capital chiapaneca están retornando al río un total de mil 350 litros de agua por segundo, lo que significa un flujo constante de agua tratada y limpia para el río y su ecosistema, principalmente durante los periodos de estiaje.

El proceso ha requerido también de la limpieza y desazolve de las márgenes, alcanzado una extracción de más de 14 mil 440 toneladas de material pétreo y basura urbana durante los últimos seis años. Permitiendo, con todos los procesos anteriores, reducir los niveles de contaminación y malos olores que ya caracterizaban al afluente en varios puntos de la ciudad.

Pero también se planteó la intención de hacer que la población regresara al río como un área de encuentro social. Para ello, se incluyó, en conjunto con el gobierno del estado, el proyecto denominado “Vía Pacificada”, que contempló la construcción de siete kilómetros de andadores peatonales, con ciclovías, zonas de juegos infantiles, áreas de descanso y un puente peatonal, que hoy intentan retornar la interacción humana con el afluente.

Es así como, luego de décadas, la recuperación del Sabinal como un afluente vivo -en todos los sentidos- parece estarse haciendo realidad. Sin embargo, la responsabilidad mayor está también en manos de la población, que deberá asumir el cuidado de los afluentes urbanos de Tuxtla Gutiérrez como un asunto de cultura ciudadana, respeto y preservación ambiental para las generaciones futuras… así la cosas.