A sólo unos días de los comicios del próximo domingo, el triunfo de Eduardo Ramírez Aguilar en las urnas es prácticamente inevitable. Tras varios años de trabajo, integración de estructuras, desencuentros, cambios de estrategias y superación de resistencias o adversidades, el autodenominado “Jaguar” se encuentra a unos cuantos días de su cita con el destino para consumar finalmente el mayor de sus proyectos políticos.
Todas las encuestas de empresas serias lo colocan ya con amplio margen sobre sus adversarias electorales. Las mediciones más conservadoras le dan una ventaja de alrededor de 20 puntos, mientras otras lo colocan incluso por encima del 60 por ciento de las preferencias. Y es que, junto a Alejandro Armenta en Puebla y Javier May en Tabasco, Eduardo representa hoy una de las tres candidaturas más seguras para el triunfo de Morena en las gubernaturas.
Sin embargo, la ruta de Eduardo rumbo a las elecciones por la gubernatura del próximo 2 de junio no ha sido nada sencilla. Lejos de las poderosas familias caciquiles, Ramírez Aguilar se desarrolló en el seno de una humilde familia de comerciantes en el municipio de Comitán. Sus padres, don Oscar y doña Natividad, se dedicaron buena parte de su vida a la venta de mercancías, haciendo florecer un negocio en el que el propio Eduardo, junto a sus hermanos, trabajó desde muy pequeño.
Le tocó irse a estudiar la universidad fuera de la entidad para convertirse en el primer abogado de la familia, y allá emprendió sus primeras experiencias laborales y relaciones profesionales que luego definieron su destino. En 2001, ya de regreso en Chiapas, recibió su primera gran oportunidad en la función pública tras ser invitado a fungir como síndico municipal y luego presidente municipal interno durante el periodo de Rafael Ruiz como primer presidente municipal no priista de Comitán.
Sus habilidades para construir alianzas y estructuras de apoyo durante los siguientes cinco años lo llevaron en 2007 a ganar de la presidencia municipal de Comitán, consiguiendo más de 16 mil 800 sufragios y el 43.5 por ciento de las votaciones. Así gobernó su municipio de 2008 a 2010, formalizando en ese lapso su militancia y liderazgo dentro de las estructuras del Partido Verde Ecologista.
En 2012, luego de trabajar en el gran proyecto de Partido Verde por la gubernatura de Chiapas, Eduardo contendió por una diputación federal que ganó ese año con más de 71 mil 800 votos. Así, se desempeñó como diputado hasta el año 2013 cuando fue invitado por Manuel Velasco Coello a desempeñarse como secretario General de Gobierno, en donde su figura dentro de la política local comenzó a cobrar mayor relevancia.
Desde el segundo puesto más importante del gobierno estatal Ramírez Aguilar se encargó de alimentar y fortalecer a las principales estructuras políticas del Partido Verde y el gobierno en turno. Pronto se convirtió en una de las figuras más relevantes del sexenio y un inevitable candidato natural a la sucesión en Chiapas.
El comiteco tenía claro el objetivo y la ruta que debía seguir. Para ello decidió dejar la Secretaría General de Gobierno y convertirse en legislador local tras las elecciones de 2015. Desde ahí, se desempeñó como presidente del Congreso y comenzó a afinar detalles para su inminente candidatura estatal. Sabía desde entonces que tenía el mayor capital electoral para imponerse en la definición local de candidaturas de 2018. Sin embargo, los acuerdos de las cúpulas nacionales terminaron desplazándolo.
A final, la alianza entre el PRI y el Partido Verde en Chiapas concluyó fracturada. En el nudo de resistencias y acuerdos políticos Eduardo Ramírez terminó asumiendo la candidatura de Morena al Senado, comprometiendo su estructura electoral a la candidatura presidencial de ese año. Ese año histórico para Morena, Eduardo Ramírez consiguió el 42.8 por ciento de las votaciones y casi un millón de votos que le dieron la curul en la cámara alta.
Desde el Senado de la República Ramírez no claudicó en sus objetivos. Por el contrario, trabajó desde el inicio en el fortalecimiento de sus estructuras. Finalmente, había determinado que la candidatura negada en 2018 sólo era un aplazamiento de seis años para su mayor proyecto político. Y así se preparó para el filtro más complicado: el proceso interno de Morena rumbo al 2024.
Pero el camino a los comicios de este año no fue nada fácil. A Ramírez le tocó enfrentarse a resistencias de aliados pasados que intentaron contralar nuevamente sus aspiraciones. No quedó de otra que hacer nuevos aliados nacionales dentro de las cupulas morenistas y seguir trabajando en la construcción de la mayor red electoral dentro de Chiapas.
De frente no sólo tenía al aparente candidato natural del presidente (Zoé Robledo), sino también a un Manuel Velasco dispuesto a imponer sus condiciones en Chiapas, además de la resistencia de un gobierno local que intentó sacarlo de la jugada por todas las vías posibles. Y es que, Eduardo Ramírez Aguilar sabe hoy perfectamente que su verdadera contienda por la gubernatura estuvo justo en la definición nacional de las candidaturas morenistas.
El reto que definió el objetivo que se habrá de consumar este domingo estuvo ahí, esa madrugada del 11 de noviembre de 2023. Quienes estuvieron con él y lo apoyaron antes de esa fecha decisiva son quienes realmente construyeron su camino; después de eso las sumas convenientes llegaría en cascada.
Por eso este domingo Eduardo Ramírez Aguilar caminará a su cita con el destino en las urnas con toda la seguridad de que ha hecho todo lo que ha estado en sus manos para consumar el mayor sueño profesional de su vida. Mientras tanto, las y los chiapanecos hoy observan su inminente llegada a la gubernatura con la esperanza de que las cosas mejoren, las formas de gobernar cambien y la paz finalmente retorne a varios rincones de Chiapas… así las cosas.