Aun cuando muchos de los adelantados no terminaban de festejar la declinación de Zoé Robledo, una nueva pieza de apellido Obrador fue colocada en el tablero electoral rumbo a la gubernatura de Chiapas. El ‘destape’ de la prima hermana del presidente, Manuela Obrador Narváez, se realizó justo frente a la estructura política que operaba la candidatura de Robledo en la entidad, activando inevitablemente las alertas dentro de los bunkers contrarios.
Y no es para menos... Lo ocurrido el pasado domingo en el rancho “La Terna” ha terminado por revelar más fragmentos de la decisión anunciada el pasado 21 de agosto por el propio presidente en la que, sin duda, Manuela Obrador tendrá un nuevo papel coyuntural para definir las principales candidaturas dentro de Chiapas.
No fue gratuito que se convocara a toda la fuerza política de Zoé Robledo para el anuncio y mucho menos la reacción casi inmediata de los asistentes para ovacionarla al grito de “gobernadora”. Y es que, aunque francamente el destape oficial como candidata al gobierno de Chiapas nunca se dio de manera textual, resulta evidente que las apuesta están cargadas ya hacia Manuela para convertirse en la nueva bandera de ese movimiento político.
Para ser honestos, el destape terminó dejando pasmado a más de uno que ya vía el camino mucho más despejado rumbo a la designación morenista por la gubernatura chiapaneca. No sólo por la adición de una competidora más, sino por las complicaciones y riesgos adicionales que significa una figura como Obrador Narváez, inevitablemente más cercana al presidente de la república y con menos “cola por pisar” dentro de los jaloneos políticos.
Por eso la dureza de su discurso durante el domingo pasado, lleno de señalamientos que ninguno de los aspirantes al relevo sexenal en Chiapas se había atrevido a enunciar dentro de un acto público. Manuela tiene menos pasado dentro de las estructuras de poder en Chiapas, menos vínculos con gobierno estatales anteriores y, por lo tanto, menos pactos de civilidad o complicidad política que respetar.
Por eso las fuertes acusaciones hechas sin menor empacho contra los pasados gobiernos estatales, a quienes calificó de “rufianes”. Además de asegurar que la entidad no aguantaría seis años más de robo al patrimonio de las familias chiapanecas. Señalamientos que, honestos o no, la verdad, habían estado bastante ausentes dentro de la clase política en una entidad tan lastimada por la corrupción y el saqueo indiscriminado.
Esa es la razón por la que Manuela Obrador apunta a convertirse en una ficha muy incómoda para el resto de los aspirantes al gobierno de Chiapas; porque no tiene mayores compromisos con ellos (ni en el pasado, ni en el presente) y, es claro, está dispuesta a cantarles el precio sin menor problema. Al final de cuentas, en las única de las fichas fuertes dentro de la contienda interna estatal que no ha ocupado cargo público con relevancia política recientemente.
Las cartas de Obrador Narváez no sólo tienen que ver con su apellido y su evidente cercanía con Andrés Manuel, sino también con su posición dentro de la estructura que impulsa hoy la candidatura de Claudia Sheinbaum en Chiapas. Manuela seguramente dará mucho más de qué hablar durante los siguientes meses (aún más si mantiene la dureza de su discurso), convirtiéndose en nuevo centro de ataques inevitables dentro de una contienda estatal que, además de incierta, seguramente elevara pronto su intensidad… así las cosas.