Los tiempos se agotan para el inicio del proceso electoral y el fin de los plazos para las definiciones rumbo al 2024 también se acerca a entidades como Chiapas donde los frentes de negociación y reparto de candidaturas parecen estar cada vez más claros. Aquí los lados del contrapeso dentro de la balanza han terminado centrados en dos figuras que, inevitablemente, también son hoy los dos chiapanecos más cercanos al presidente de la república: Rutilio Escandón y Zoé Robledo.
Aunque su operación política rumbo al relevo estatal ha sido sigilosa y casi inadvertida, lo cierto es que el actual gobernador de Chiapas ha trabajado inteligentemente en fortalecer sus posiciones rumbo a las definiciones que vienen. Cuenta hoy con injerencia determinante dentro de la dirigencia estatal de Morena y una nueva estructura de movilización política habilitada ya en todas las regiones de la entidad.
Junto a las nuevas estructuras políticas de Morena-Chiapas, ha reducido en mucho los resquicios de poder heredados por el Partido Verde Ecologista de México y el gobierno de Velasco Coello. Se ha hecho del control de nuevos espacios, forjando nuevas redes de movilización y operación política para cuando sea necesario. Sin embargo, el principal capital político de Rutilio Escandón sigue siendo su cercanía con López Obrador, el afecto que éste le tiene y la relación con su círculo de mayor confianza.
Escandón Cadenas no sólo es amigo cercano del presidente, sino también cuñado del actual secretario de Gobernación, quien hoy se “barajea” entre las opciones presidenciables. Su esposa, Rosalinda López Hernández, actual administradora General de Auditoría Fiscal Federal, se encuentra incluso entre las posibles candidatas a gobernadora de Tabasco; y mantiene una fuerte amistad con los hermanos López Obrador desde hace muchos años. Todos forman parte de un grupo de lealtades perfectamente articulado.
Por eso el gobernador de Chiapas sabe muy bien que tiene buen margen de maniobra a la hora de sentarse a negociar, y desde hace meses ha comenzado a mover sus piezas dentro del terreno local... Sin embargo, del otro lazo de la balanza se encuentra el actual director general del Instituto Mexicano del Seguro Social, Zoé Robledo Aburto, quien durante los últimos años ha construido fuertes lazos de confianza con el presidente.
Zoé Robledo supo transformar un acuerdo del pasado, en un asunto de convicción presidencial en el presente. El director del IMSS no sólo tiene actualmente la confianza absoluta de Obrador, sino además su reconocimiento y gratitud por hacerse responsable de retos como: hacerse cargo del propio IMSS de último momento, afrontar la crisis epidemiológica y encabezar su nuevo proyecto para replantear en México la denominada atención de salud universal. Finalmente, la candidatura de Zoé es un compromiso fortalecido con el paso del sexenio.
López Obrador no ha escatimado en halagos y muestras de reconocimiento hacia el funcionario federal cada que hay oportunidad. En pocas palabras, Zoé Robledo se ha convertido en uno de los funcionarios predilectos del presidente, y sus adversarios políticos lo saben hoy perfectamente. Robledo ha sabido esperar, construir fuertes vínculos con las principales figuras de Morena a nivel nacional y conducirse de manera institucional hasta que los tiempos lleguen y Obrador responda finalmente a la única aspiración expresa del chiapaneco.
En medio de todo, el ex gobernador chiapaneco Manuel Velasco Coello ha sido quien se ha quedado rezagado y desdibujado. Sus deslealtades, desencuentros con el presidente y turbios antecedentes han minado su influencia sobre Obrador y su grupo cercano. Los alcances de Velasco han quedado reducidos a negociar su propia impunidad otros seis años más y algunos espacios en Chiapas por el valor de su estructura electoral sobreviviente. No le ha quedado más capital político para negociar más o imponer condiciones a mayor escala.
Al ex gobernador chiapaneco sólo le ha quedado el PVEM como ficha de cambio para sentarse a negociar. Es un acuerdo de alianza electoral que a nivel nacional es prácticamente indiscutible y en Chiapas no parece tener otra salida. Con una oposición (PAN, PRI y PRD) en la entidad borrada del mapa, la alianza Morena-Verde no vislumbra competencia real en las urnas. La única posibilidad de disputa se veía en una ruptura y candidaturas por separado, pero eso se ve hoy complicado, por el bien de Velasco.
Por eso los frentes de definición electoral rumbo al 2 de junio de 2024 en Chiapas están cada vez más claros. Si nada cambia de manera abrupta, Rutilio y Zoé, con sus respectivos aliados, tendrán en su poder las principales cartas de negociación en el reparto de candidaturas para al final de cuentas, y de manera inevitable, generar juntos un sólo frente que garantice al fin de cuentas la permanencia del Movimiento de Regeneración Nacional en todos los espacios del poder estatal… así las cosas.