Héctor Estrada
En Nuevo León el histórico resultado electoral que derrocó al aparato gubernamental y su candidata oficial no fue un hecho fortuito, ni se concretó por “arte de magia”, se hizo posible gracias a un elemento fundamental que finalmente hace efectivos a los ejercicios democráticos: la concertación social.
Hace ya casi un mes, la gran mayoría de los neoleoneses lograron ponerse de acuerdo para derrocar a la enorme maquinaria gobernante que ya se “relamía los bigotes” por quedarse con el pastel completo.
Nada distinto a lo que sucede en otras entidades del país donde sus gobiernos hacen uso de todas las argucias posibles, con aplicación de recursos públicos, manipulación de órganos electorales y campañas inequitativas, con tal de mantenerse en el poder y controlar todos los espacios de gobierno disponibles.
En su momento el mayor ejemplo de congruencia política, para anteponer los intereses comunes sobre ambiciones personales, lo puso Fernando Elizondo Barragán quien decidió declinar su candidatura al frente del Partido Movimiento Ciudadano y apoyar a Jaime Rodríguez Calderón (El Bronco) a fin de crear un frente común contra la imposición de la candidata oficial.
Elizondo Barragán sabía que la contienda real estaba entre dos opciones, por lo que en un acto de honestidad y responsabilidad como candidato de oposición declinó sus aspiraciones para sumarse al contendiente que sí podría derrocar las intenciones del gobierno en turno para perpetuarse en el poder.
En un momento crucial de la contienda, Fernando Elizondo dejó en claro que el asunto se trataba de superar a los “votos seguros” de la alianza PRI-PVEM, a esos votos comprados, acarreados o bajo conveniencia que se ostentaban como “seguro de empleo” para la cúpula gobernante en Nuevo León.
Ese fue un buen ejemplo de concertación entre candidatos de oposición y la propia ciudadanía que le permitió no otorgar margen de maniobra al gobierno estatal para poder “rescatar” en el sistema de conteo interno una elección histórica no sólo para aquel estado del norte, sino para todo México.
Hoy, en la recta final de las elecciones locales en Chiapas, los partidos y candidatos de oposición tienen en sus manos la posibilidad de manifestar el compromiso y la convicción que tanto pregonan. Están ya en el tiempo justo para demostrar que su verdadera prioridad es el municipio y no sus burdas ambiciones personales de egolatría.
Es momento de definir su capacidad de concertación para la creación de un solo frente común, de demostrar si están a la altura de las circunstancias o están dispuestos a servir como simples adornos de boletas electorales o cómodos instrumentos para legitimar la elección del candidato oficial.
En los principales municipios de Chiapas ¿quiénes de los candidatos serán capaces de declinar? ¿Quién estará a la altura de los tiempos para replicar lo hecho por Fernando Elizondo de Nuevo León en Tuxtla, Tapachula, Comitán o San Cristóbal?
La recta final está en marcha y hoy sólo resta una semana para conocer las decisiones finales de los candidatos dispuestos a permitir o no la victoria del aparato gubernamental sobre la democracia.