Mientras muchos se han entretenido con el fenómeno migratorio de las caravanas emanadas de Centroamérica hacia México y su controversia desatada, desde Chiapas son miles quienes también mantienen una ruta de migración ilegal hacia los Estados Unidos con el sueño de trabajar allá para mejorar la situación de sus familias en los municipios más pobres del país; sin embargo, de lo que poco o nada se dice es que buena parte de ellos son niños o menores de edad.
De acuerdo al informe “Niñas, Niños y Adolescentes Migrantes en Situación Migratoria Irregular, desde y en Tránsito por México”, publicado por la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación, tan sólo entre enero y marzo de 2022 el gobierno de Estados Unidos repatrió a más de siete mil niñas y niños mexicanos.
De manera precisa fueron 6 mil 106 niños y 957 niñas mexicanas los que fueron regresados a tierras mexicanas durante los primeros tres meses del año. En promedio, cada uno de los primeros 100 días del año fueron retornados 70 menores por autoridades migratorias de Estados Unidos hacía México. No obstante, la cifra tiende a incrementarse durante los siguientes tres trimestres de cada año.
De los 7 mil 63 menores repatriados entre enero y marzo, 5 mil 496 viajaban no acompañados, por lo que sólo mil 567 viajaban con alguna persona mayor de edad. El 25 por ciento de ellos eran originarios de Chiapas y Guerrero. Es una tendencia que se repite en todas las estadísticas del Instituto Nacional de Migración a lo largo del año, agudizándose en 2021 tras los efectos económicos provocados por la pandemia de Covid-19.
No se trata de un problema que deba tomarse a la ligera. El acumulado de los casos durante los últimos nueve años es revelador, pues de 2013 a enero de 2022 Estados Unidos alcanzó la cifra de más de 127 mil menores de edad mexicanos deportados. Para estos niños y adolescentes, 2021 ha sido el peor año, con 20 mil 394 repatriaciones.
De acuerdo a estas cifras oficiales, es la entidad chiapaneca quien más menores de edad expulsa hacia los Estados Unidos, con el 14 por ciento de los casos documentados por la Unidad de Política Migratoria, en promedio. Se trata de niños y adolescentes que salen de las zonas más pobres del país para apoyar a sus padres o familias mediante las remesas. La mayoría de ellos sin haber concluido la educación básica; otros más de origen indígena sin ni siquiera dominar el español.
Se van sin menores las garantías de resguardo o seguridad. Muchos, se enfrenta además a la xenofobia, la discriminación y la violencia por su origen. Apenas en marzo pasado el asesinato de tres jóvenes indígenas ayuujk de Santo Domingo Tepuxtepec, Oaxaca, cuyos cuerpos fueron localizados en Phoenix, conmocionó a México. Sus cadáveres fueron encontrados entre la maleza con signos de violencia. Uno de ellos, Abimael Jiménez, apenas tenía 16 años de edad.
La migración de niños y adolescentes mexicanos, emanados de los municipios más pobres del país, en un fenómeno que transcurre de manera silenciosa y del que muy poco se habla. En Chiapas no existen hasta el momento investigaciones oficiales sobre el tema y mucho menos programas de atención especial para la minimizar problemática. Mientras tanto los menores de edad siguen siendo expulsados, expuestos a falsas promesas de trabajo y redes de traficantes, dejando atrás infancias y adolescencias que se diluyen entre sus necesidades económicas… así las cosas.