Haya sido asalto o ejecución lo sucedido a la directora del Colegio Hispano Jaime Sabines, asesinada este miércoles al norte oriente de la capital chiapaneca, lo cierto es que Tuxtla Gutiérrez enfrenta hoy niveles de violencia nunca antes vistos. Los asaltos violentos, con crímenes a plena luz del día, y presuntas ejecuciones, mantienen a la ciudad en alerta y elevada tensión.
Durante el transcurso del presente año los episodios de violencia asesina en la capital estatal se han encrudecido. Algo ha sucedido en el fondo del “entelarañado socio-político” que ha desatado una ola de crimen y delincuencia atípica. Y es que, más allá de las cifras sobre incidencia, la alarma tiene que ver con el tipo de delitos; esos aparatosos, escalofriantes, que son potencialmente generadores de psicosis colectiva.
Resulta evidente que alguien dentro de la estructura de seguridad pública o procuración de justicia no ha “encajado” todavía en el puesto o, de plano, el encargo le ha quedado bastante grande. La delincuencia en Tuxtla Gutiérrez está evidentemente “alborotada”, fuera de control, y no parece haber autoridad competente para hacerle frente.
De nada han servido los videos triunfalistas del actual presidente municipal, Carlos Morales Vázquez, para anunciar la llegada de la Guardia Nacional a Tuxtla, o los desplantes llenos de soberbia a la hora de ser cuestionado sobre la problemática. Los reflectores sobre la primera autoridad responsable han dejado de manifiesto que la situación los ha rebasado por completo y no hay capacidad de reacción.
No se requiere mayor evidencia que los reportes diarios en los portales de noticias o medios impresos sobre lo que está sucediendo. Agrupaciones empresariales como la COPARMEX, la Cámara Nacional de Comercio y Servicios Turísticos (Canaco) y la propia diócesis de Tuxtla Gutiérrez han salido ya a fijar postura para exigir inmediata atención a la problemática. Sin embargo, de poco ha servido.
De acuerdo a cifras del Observatorio Ciudadano de Chiapas, publicadas en su último informe de febrero del presente año, la capital estatal ha registrado el incremento más importante de la entidad de robos con violencia, con un aumento de 64.45 por ciento. Además, el hurto con violencia, de vehículos, a negocios y a transeúntes fueron los delitos de alto impacto que a finales de 2018 registraron tasas por arriba de la media nacional.
Se requiere de manera urgente el cambio de estrategias o timoneles para hacerle frente a una situación que genera inevitable preocupación. Si bien la violencia delincuencial en la capital chiapaneca aún está muy lejos de los niveles de criminalidad en otras ciudades del país, secuestradas por el narcotráfico o el crimen organizado, las evidencias han comenzado a advertir una ruta bastante peligrosa.
Lo que esté detrás de la repentina “explosión” de violencia en la capital chiapaneca debe ser atendido de manera inmediata, con los cambios, ajustes o reconsideraciones que sean necesarias. El presidente municipal debe asumir la situación como un tema prioritario, más allá del cúmulo de controversias que ya carga acuestas. No se puede escatimar en medidas o estrategias de excepción por el bien del presente y futuro de Tuxtla… así las cosas.