A propósito de la fundación de PRD (Hoja de apuntes) Enrique Alfaro Siendo muy joven acudí a la ciudad de México para estar presente en la última asamblea nacional del Partido Mexicano de los Trabajadores. En ella se votó a favor de que el PMT se fusionara con el Partido Socialista Unificado del México (PSUM), el Partido Patriótico Revolucionario (Corriente Socialista), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas (OIR-LM), una facción del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), liderados por Jesús Ortega y Graco Ramírez y, por supuesto, con la Corriente Democrática que se había salido del PRI y que encabezaban Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, para fundar el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el más grande y ambicioso proyecto de unidad de la izquierda mexicana.

Luego de participar en la asamblea y votar a favor de la fusión para conformar un nuevo partido, el PRD, viajé al estado de Veracruz para trabajar como reportero en el Diario de Xalapa.
Una de las primeras órdenes de trabajo fue cubrir la información de que campesinos del “Movimiento de los 400 Pueblos” habían tomado Palacio de Gobierno, en pleno centro de Xalapa, muy cerca de las instalaciones del diario.
Acudí de inmediato y me encontré al “dirigente” del movimiento que me reconoció porque también había participado en la asamblea del PMT. 
Le pregunté: “¿Por qué tomaron Palacio?” No le dio tiempo de contestarme pues se acercaba César del Ángel (el verdadero líder de los 400 pueblos) y apenas alcanzó a decirme: “Síguenos”.
Ingresamos al viejo edificio, subimos escaleras y nos dirigimos rápidamente a la oficina del gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, el temible ex responsable del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), órgano de inteligencia civil al servicio del gobierno mexicano, responsable de desapariciones de opositores al régimen.
Nos recibió un hombre de pelo coloco, enteramente blanco. Era el secretario de gobierno, de nombre Dante Delgado Rannauro.
—Te va recibir el gobernador, espera—, le dijo a César del Ángel.
A los pocos minutos se abrieron unas puertas y salió un hombre delgado, muy pulcro en su vestir, con un copete pronunciado ¡Era el gobernador! Pensé para mis adentros: “ya me llevé la nota. Se va poner buena la discusión entre Gutiérrez Barrios y César del Ángel porque tomaron palacio y porque el Movimiento de los 400 pueblos anda invadiendo tierras”.
Para mi sorpresa, César corrió a estrecharle la mano al gobernador, casi se la besaba.
—César, ¿qué andas haciendo invasiones de tierras encabezadas por el Ingeniero Heberto Castillo y que además me tomaste Palacio?, le dijo don Fernando en tono de reclamo.
—¡No, señor gobernador, no tomé palacio, venimos los campesino a resguardar el edificio para su seguridad. 
Sin mostrar mayor emoción, Gutiérrez Barrios, le ordenó:
—Detén las invasiones de tierras y retira los campesinos de palacio. Ya te autoricé algunos apoyos.
Nuevamente Del Ángel le tomó efusivamente la mano del mandatario y le aseguró que le obedecería.
Al salir mi desconcierto era grande.
—No conoces la historia de cómo don Fernando salvó de morir a César—, me dijo el “dirigente” y le respondía que no.
Entonces me contó cómo, después de la represión del 2 de octubre del 1968, Gutiérrez Barrios visitó las catacumbas donde permanecían detenidos (desaparecidos), muchos jóvenes dirigentes del movimiento estudiantil y se enteró que entre ellos estaba un veracruzano. Pidió verlo, lo regañó y le recomendó no meterse nuevamente en “problemas” antes de ordenar su liberación. Así le salvó la vida al joven estudiante, César del Ángel, sólo por la condición de ser su paisano. 
—Por eso César respeta tanto al gobernador—, me justificó el “dirigente”. Regresé decepcionado a la redacción y no supe cómo resolver la nota. Redacté que la organización campesina simplemente había decidido retirarse de Palacio.  
Así conocí al temido Fernando Gutiérrez Barrios y a Dante Delgado Rannauro, quién muchos años después, en 1994, apareció en Chiapas, con carretadas de dinero, comprando conciencias de dirigentes campesinos luego del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación nacional.
También por esos años renuncié al PRD, decepcionado, viendo su descomposición.