(Calenturas electorales) Por José Luis Castillejos Ambrocio ¿Quién le habrá calentado la cabeza al gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello de que puede ser candidato presidencial y aparecer en la boleta electoral del 2018 bajo las siglas del partido que lo llevó al poder, el PVEM, o de algún otro?

Dudo que después de los desaciertos que ha tenido en su gestión como administrador de los recursos de Chiapas pueda recibir algún mínimo respaldo.  O de repente le está apostando a pulverizar el voto y ganarse alguito en el reparto de carteras en la próxima administración, además de blindarse ante eventuales investigaciones del Órgano de Fiscalización de ese estado por cuentas no rendidas y excesivos gastos.

Más bien Velasco Coello está apostando a dos corrientes: la del panista Rafael Moreno Valle y la del dirigente de MORENA, Andrés Manuel López Obrador. Gane quien gane su apuesta financiera le dará réditos políticos y blindaje frente a un acoso judicial en caso le prueben malos manejos que, según medios de prensa, ha hecho en Chiapas.

El mandatario chiapaneco admira de Moreno Valle lo que él no ha podido hacer en el estado más marginado del sureste mexicano: la construcción de una fuerte infraestructura que detone el desarrollo de Chiapas.

En Chiapas no le perdonan a Velasco Coello el despido de miles de empleados que hoy viven en la miseria, desempleados y sobreviviendo en tanto funcionarios de la actual administración lucen lujosas residencias, costosos vehículos, nuevos ranchos.

Lo que en un principio se pensó que el apellido Velasco pesaría en el actuar del mandatario esto no fue así. El gobierno verde se maduró y pudrió pronto. Decepcionó en pocas palabras. El estado es inviable, con una infraestructura caminera pésima, con una capital, Tuxtla Gutiérrez, que literalmente se ahoga en temporada de lluvias por pésimas obras realizadas y que engordaron las carteras y cuentas bancarias de constructores y funcionarios “diezmeros”.

Lo peor de todo es que, aunque digan lo contrario, el gobierno de Chiapas ha patrocinado, desde lo oscurito, a partiditos para pulverizar el voto. Algunos gánsteres andan armando sus estructuras electorales bajo el sueño guajiro de que podrían ser gobernadores de Chiapas. El color es lo de menos, pero van entre verdes y matices de rojo con azul.

En Chiapas, al igual que el resto del país, estamos asistiendo -en este último tramo del sexenio- a la orgía del abuso, el dinero fácil para una clase política cínica, ávida del sexo-poder. Es el desmadre total de un grupete al que le llega al forro los reclamos populares. Es escandalosa la indiferencia de los políticos a quienes les resbala tanta denuncia de robos, abusos, y saqueos mientras el pueblo se hunde más en la miseria. En otras latitudes, los parias mentales, metidos a políticos, ya estarían presos o con las manos amputadas como fiel reflejo de lo que son, unos ladrones.

Y no es sólo Chiapas, situación similar ocurre en otros estados donde los gobiernos están haciendo de las suyas ante la vista y paciencia de un presidente, Enrique Peña Nieto, al que le quedó grande el país y no supo llevar a buen puerto a esta enorme y pujante nación.

Pese a todo, los mexicanos aún tienen esperanza en el cambio y cuentan los días porque ya terminé este sexenio de la desesperanza, de la intriga, del robo, del saqueo, del enriquecimiento de unos cuentos y el empobrecimiento de millones de ciudadanos.

No hay nada que agradecer a quienes ahora gobiernan. Lo han hecho mal y esperamos que en los próximos años no nos vaya peor.  Ya estamos con el agua hasta el cuello. Hay un desencanto social en todo el país y a estas alturas hasta hay dudas de que Andrés Manuel López Obrador pueda sacar al país del abismo en que se encuentra. Le tomaría más de tres décadas para enrumbarlo por la senda del crecimiento y mientras no haya medidas drásticas contra los ladrones poco se podrá hacer.

Esperamos que el último tramo del sexenio no vaya a ser peor para los mexicanos, merced a las calenturas electorales de los políticos. Se espera más recorte en el presupuesto, más despidos y, por tanto, más incertidumbre.

Estamos aún a tiempo de valorar a quien elegiremos en los comicios del 2018.

Que ninguna calentura electoral eche por la borda la esperanza de un México mejor.

Estamos a tiempo.