“Estimado usuario si usted fue objeto de extorsión, cobro indebido, maltrato verbal, abuso de autoridad, prepotencia o le negaron el servicio sin fundamento, realice su denuncia”, se lee en la página donde el Centro Cultural “Rosario Castellanos”, promociona los servicios “gratuitos” que ofrece a la comunidad comiteca. Pero la realidad es muy distinta. Los cobros indebidos, el mal trato a los talleristas que se oponen a los negocios turbios del director de ese centro cultural, las amenazas e inmoralidades, son el pan de cada día, pese a que las autoridades de ese ramo en la entidad, han sido debidamente informadas de las arbitrariedades ahí cometidas.
Luis Armando Suárez Argüello, asumió el cargo por recomendación directa de Mario Uvence Rojas, extitular de CONECULTA y hoy, secretario de Turismo; desde entonces, lo que antes era considerado el semillero de escritores, poetas, músicos, escultores, se convirtió un centro comercial en el que se trafica con servicios que, por ley, son gratuitos y lo peor, respaldados con documentación oficial apócrifa, lo cual es, desde el punto de vista que se le quiera ver, un delito.
La lista de anomalías promovidas por Suárez Argüello, es extensa. Las carencias y limitaciones para quienes imparten sus conocimientos en ese centro, son cada vez más preocupantes, muy a pesar que esa institución recibe apoyo financiero del CONECULTA, cuyo titular, Juan Carlos Cal y Mayor Franco, ha desoído las quejas y denuncias documentadas que le han sido presentadas.
Los talleres que se imparten, deben ser gratuitos; no obstante, el director de la “Rosario Castellanos”, cobra entre cien y trescientos pesos, extendiendo recibos simples, lo que significa que lo recaudado, no ingresa a las arcas ni del centro ni de CONECULTA. Una serie de documentos en poder de Artículo Único, revelan la inmundicia en que han convertido al lugar.
En uno, un tallerista de guitarra se queja de los malos tratos recibidos por parte de Luis Armando Suárez, a quien acusa de nunca estar dispuesto a apoyar, ni siquiera con su presencia, los actos culturales que se organizan en su grupo de estudiantes. Aunque el maestro de música afirma que los talleres son gratuitos, el director los cobra a través de una presunta secretaria que firma éstos solo como “Ma. Isabel”. Casi todos los recibos cuyas copias obran en nuestro poder, carecen de número de folio, logotipo y otras exigencias legales.
Los espacios del centro cultural, le son negados incluso a los talleristas. Esto, porque son rentados o sencillamente, cedidos a los pocos profesores incondicionales del director. La regla es clara: cualquier ciudadano que lo solicite, puede hacer uso de las instalaciones, siempre y cuando se comprometa a cuidar de éstas y aportar sumas simbólicas para el pago de luz y otros servicios menores. Así funcionan en casi todo el estado. No obstante, los cobros por “alquiler”, han llegado incluso a los 4 mil 500 pesos, lo que ha irritado a muchos comitecos que solían utilizarlo para eventos culturales.
Por si fuera poco, ahí mismo, en el “Rosario Castellanos”, funciona una tienda de libros y artesanías de otros países, cuyo propietario es nada menos y nada más que Luis Armando Suárez Argüello. Ningún autor local puede exponer sus creaciones, a menos que se moche generosamente con el susodicho director.
A raíz de las múltiples quejas que han presentado en diversas instancias los afectados, Suárez Argüello, inició una escalada de acosos laborales contra los talleristas, a quienes incluso, les ha denegado el acceso a las instalaciones para impartir sus cátedras. Las amenazas, tampoco han faltado, pues el señor director, es poseedor de un muy florido lenguaje que hace pensar que más que “gente de cultura” es un arriero desbocado, inculto y prepotente.
¿Quién tendrá la estatura moral y autoridad legal para poner fin a los abusos en lo que fue el icono de la cultura de Comitán? Los comitecos, reconocidos por su alta estima y práctica de la cultura, no se merecen un centro secuestrado por un mercenario y sus cómplices. El nombre de Rosario Castellanos, no puede ser mancillado por un patán petulante que se cree protegido de Juan Carlos Gómez Aranda, Juan Carlos Cal y Mayor y Mario Uvence Rojas. Mantenerlo ahí, sería admitir que se va rumbo a la decadencia de los valores culturales de una ciudad como Comitán.
Ojalá, intervengan y cesen a quien está demeritando el arte y la cultura de esa importantísima ciudad. No hacerlo significará que son cómplices de actos que avergüenzan a todos. ¿Lo son?