Artículo Único:
Angel Mario Ksheratto @ksheratto
En defensa del verdadero periodismo
Me venía reservando la libertad de escribir sobre el tema, para conservar la independencia frente a lo que otros hacen en favor de sus propios intereses. En las fiestas como en los pleitos, los “colados” no siempre son bienvenidos. Tomé la determinación de hacerlo, en aras de rescatar el buen nombre de un periodismo aldeano, vilipendiando por miles, apreciado por solo unos cuantos. También por dar a la lucha social, el sentido comunitario que se ha perdido entre intereses mezquinos y ambiciones personales que, frustradas las pretensiones, se convierte en el combustible para atizar el odio, la discriminación y el rencor, basados en mentiras abominables que nos hacen ver a todos, como salvajes sin remedio. Los viejos cánones del periodismo serio, responsable y comprometido con la sociedad, establecen que quien se dedique a tan noble oficio, debe atender principios éticos y valores universales relacionados con la imparcialidad, la objetividad y sobre todo, la verdad y la legalidad. Entiendo claramente que todo periodista que se precie de serlo, debe estar en contra de las injusticias, el abuso de poder, la ilegalidad, la corrupción, los monopolios nocivos, la impunidad y miles de malas prácticas que afectan a los ciudadanos. El conflicto de intereses que se desató hace algunos días, derivado de la reyerta por las ondas hertzianas, por desgracia, puso al periodismo en una disyuntiva que va más allá de la ética, los principios y valores de una profesión que antes que arma, debe ser puente efectivo de comunicación entre partes en conflicto. No necesariamente intermediaria. En un ejercicio de crítica ácida, podría escribir miles de epítetos contra las dos partes, cuyo merecimiento nadie objetaría dado el historial de cada quien. “Ni a quién irle”, diría cualquiera que tenga nociones mínimas de los involucrados. No se trata de vilipendiar a nadie, pese a que no hay defensa sólida que pondere un amparo y porque los elementos contra ellos, son aplastantes. Tampoco de defender, porque carecen de virtudes y porque ambos, han hecho del periodismo, una trinchera guerrerista sin sentido y sin objetivos nobles, que no sean el desprestigio y la autodestrucción moral.
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