Recordado Carlos (“Recordado”, porque de vos, solo queda el recuerdo del “demócrata” y “luchador social” que mandó al carajo al vetusto PRI, para unirte a la entonces “izquierda progresista”, hoy convertida en payaso sin gracia y que te fue útil para alcanzar el puesto que ostentás y al que antes, renunciaste por unas monedas o cargos administrativos irrelevantes.)

Te trato de “vos”, porque como autoridad, no merecés ni un salivazo de respeto. Por norma general, se dice que a las autoridades, débeseles rendimiento social, aun cuando el portador de las licencias constitucionales, sea un tirano… Hasta que el pueblo se deja, que eso quede claro.

Con vos, Carlitos, toda forma de respeto, se ha hecho trizas frente a tu estulticia y lo peor: frente a la práctica de anquilosadas mañas que bien resguardaste bajo tus uñas, todos éstos años que fingiste ser un “izquierdista” ejemplar. Por mucho tiempo aparentaste ser un apóstol concebido en el útero de la Cuarta Transformación; tarde o temprano, lucirías tus verdaderas intenciones. En tan poco tiempo, estás demostrando que esos años de presunta lucha social, viviste entre el intestino grueso y el recto de una “izquierda” apabullante y majadera que, con tu fracaso como alcalde, está dejando por sentado que ni siquiera llegó a ser discurso de ocasión.

Desde la última panista en la alcaldía, los que cohabitamos en ésta ciudad, hemos tenido la triste impresión que vos, resultaste peor que tus últimos antecesores; y ser “peor” que Juan, Jaime, Yassir, Samuel y Fernando, ¡es una vergüenza que ni el peor criminal se atrevería admitir! Y eso, sin contar a los interinos que fueron algo así como el zurro de un can sin pedigrí.

Con todo y eso, los indicados, tuvieron —si así debemos decirlo, con reservas—, uno que otro tino en materia de seguridad. Vos, Carlos, no te cuidás ni a vos mismo.

A la Policía Municipal —que, mal que bien, tenía uno que otro logro—, casi la desaparecés, porque, dicen tus “cuates” —a los que le diste chamba en el destrozado Ayuntamiento, sin merecerlo—, querés una policía con agentes fornidos, guapos, ágiles… Caso que es concurso de belleza, pues. No alentés los malos pensamientos de la gente. Queremos policías, no novios, ¡caray!

A diario hay asaltos, robos a transeúntes; invasiones de propiedad por grupos afines a tu causa. Asaltos callejeros. Robos a bancos, balaceras, atentados contra ciudadanos, robos a casas habitación, amenazas. Ya te parecés al doctor Gurría, el alcalducho de Tapachula, cuya mujer manda en todo, menos en donde debiera. Mientras la ciudad se ahoga en olas de inseguridad, vos “¡bien gracias, comadrita!”

No, Carlos; estás mal. Como alcalde, no servís. Date por fracasado.

Me cuentan tus cercanos que te convertiste en un tirano. ¡Ja! Risa es que me das. Sos como el zapato viejo que cree que por un clavo nuevo en su suela con bache, ya es mocasín.

Mirálo Carlitos: vos sos un edil sin presente ni futuro, pero con un pasado de vergüenza. Sos misógino; bravucón con los indefensos (leélo bien: con los marchantitos y marchantitas que venden su haba, su dulce, su chicharito, su chile, su yerbamora, su jabón, su rastrillo, su ropita humilde, su pacayita, su pancito, si chimbo…), pero con los que entran a un banco a robar, sos coyón. “Se te frunce”, como dicen las abuelitas. Tanto que buscaste la alcaldía, para terminar siendo peor que aquellos a quienes criticaste.

Velo: en lugar de estar amenazando con tus trolles —esa recua de “ingenieros” que insultan, amenazan e intimidan (según ellos)—, ponéte a trabajar.

Si querés, mándame a echar bala a mi casa; detené a mis tataranietos y mándalos a la cárcel. Echá bala a mi triciclo, mentáme la madre. Acusáme de lo que se te dé la gana, pero ¡ya!, dejá de joder al pueblo.

Tuxtla no merece un alcalde irresponsable, abusivo, sin ideas, prepotente, grosero, incapaz, ineficiente.

Transitorio

Una cosa hay que aplaudirle a Andrés Manuel López Obrador: su honestidad para admitir, a cien días del inicio de su gestión, que todavía va a hacer tal o cual cosa. Costumbre antigua de la política mexicana era que los primeros 100 días, eran para la vanagloria del presidente en turno. Para muchos, quizá hasta fue un discurso de promesas de campaña; para otros, fue honesto al reconocer tácitamente, que no se ha hecho nada… Se va a empezar a hacer.

Por cierto, el presidente dijo que ya, ¡ya se acabó la corrupción! Pero no dijo que los corruptos, ahí siguen, como si nada malo hubiesen hecho. Y sin ninguna esperanza que se les castigue. Al contrario, los está premiando.