La inmunidad de Velasco en el discurso de Obrador (En la Mira) Héctor Estrada Más allá de los apasionamientos, las filias y las fobias, el evento de Andrés Manuel López Obrador, este domingo en el Parque Bicentenario de Tuxtla Gutiérrez, corroboró dos cosas esenciales: que hoy por hoy es el candidato puntero en las preferencias electorales para el relevo presidencial y que en Chiapas ya se cocina algún tipo de pacto político con Manuel Velasco para la obtención de beneficios compartidos durante y después del 2018.

A nadie le queda duda que Obrador va a la delantera, y por mucho. Que sus posibilidades de ganar las elecciones el próximo año son amplias, incluso, mayores a las de 2006 y 2012 cuando su actividad política de era aún más intensa. Se ha consumado como la más popular figura de oposición al sistema partidista conformado por el PRI, PAN, PVEM y hasta el propio PRD, del que antes fuera candidato presidencial.

El desastre de nación provocado por el gobierno de Enrique Peña Nieto, el “hundimiento” del PRI y el debilitamiento interno del Partido Acción Nacional le han abonado el camino para canalizar electoralmente a su favor el hartazgo social que actualmente enfrenta México. En el imaginario colectivo se ha configurado como la “única opción de alternancia posible”, dentro de un escenario futuro electoral sin verdaderos liderazgos competitivos en los otros bandos de la contienda.

Estas amplias ventajas hoy le ofrecen a Andrés Manuel un nuevo campo de oportunidades para imponer condiciones e, incluso, negociar acuerdos que antes parecían imposibles. Por eso la factibilidad de eventos como el de este domingo, con todas facilidades de logística posibles. Con la presencia de líderes empresariales, altos funcionarios del actual gobierno estatal y hasta parientes cercanos al gobernador en turno.

Porque sí, como se había advertido, ahí en el templete, junto a López Obrador, estuvieron figuras como el presidente del Poder Judicial del Estado de Chiapas, Rutilio Escandón; el ex coordinador de asesores de Manuel Velasco Coello, Plácido Morales Vázquez; y el mismísimo abuelo materno de Manuel Velasco Coello, don Fernando Coello Pedrero, quien fue uno de los primeros personajes en ser llamados a firmar el pacto.

¿Qué hacía ahí el abuelo del gobernador? ¿A quién o quiénes representa para firmar un pacto entre sectores? ¿Por qué subirlo al templete y darle un lugar preponderante? Son tres de las tantas preguntas que surgen después de un hecho tan fuera de lugar. Y es que, si realmente existe una relación amistosa entre López Obrador y  don Fernando Coello, no había necesidad de subirlo a un acto político tan importante, sobre todo cuando se trata de un personaje bastante ligado a los actos de corrupción y abusos cometidos por la familia del gobernador en funciones.

Es evidente que Manuel Velasco Coello sabe que existen enormes posibilidades de que López Obrador sea el próximo presidente de México y por eso ha decidido mantener abierta esa puerta de posibilidades. Su abuelo ha sido y será pieza clave en los acercamientos y las negociaciones, como las que permitieron el evento de este fin de semana.

Es innegable que muchos convencidos llegaron este domingo al mitin de López Obrador con plena voluntad personal; muchos que ven el tabasqueño un “anhelo de cambio real”. Sin embargo, también se debe reconocer que se hicieron presentes las viejas prácticas movilizadoras que tanto ha criticado Andrés Manuel. Acarreados, porristas y hasta “abucheadores”, que en nada ayudan a fortalecer la credibilidad de tabasqueño.

López Obrador no debe dar espacio a nuevos argumentos de descrédito en su contra, tomando en cuenta la situación tan privilegiada en la que se encuentra. Por eso resulta imperdonable que no haya dedicado en su discurso algún mínimo pronunciamiento de condena a las numerosas arbitrariedades realizadas por Velasco Coello y el partido Verde Ecologista en Chiapas, que actualmente tienen a miles de chiapanecos hundidos en una de las peores crisis.

El silencio absoluto de Andrés Manuel sobre los abusos y corruptelas cometidas por el Gobierno de Chiapas son casusa legítima de las más profundas sospechas y decepciones. Y no se trata de críticas, ataques o descréditos bajo consigna, sino de un reclamo de coherencia y justicia por los miles de despedidos, enfermos sin medicamentos, familias sin empleo, presos políticos, asesinados y violaciones a los derechos humanos de lo que el líder de Morena simplemente decidió no hablar... Así las cosas.