Descalificados ¿? (Artículo Único) Angel Mario Ksheratto Si usted fuera candidato a la gubernatura de Chiapas, ¿cuál sería su principal objetivo en materia de gobernabilidad? ¿Qué plan propondría para reactivar la oferta laboral? ¿Qué métodos efectivos echaría a andar para terminar con la corrupción? ¿Abriría las compuertas para industrializar algunas zonas del estado? ¿Invertiría para incentivar el agrocomercio y la agroindustria? ¿Cómo convencería al electorado que su propuesta para garantizar la seguridad ciudadana es la mejor?

Se lo pregunto a usted porque existe la certeza que sus respuestas, estarían notoriamente más apegadas a la realidad que las que pudiera ofrecer cualquiera de los presuntos políticos que aspiran a ese cargo. La lista, por cierto, es inusitadamente larga. Precandidatos, han aparecido desde todas partes del estado, de tal manera que el superávit es más dañino que favorable.

Todos, sin excepción alguna, han tenido como carta de presentación, la retórica relacionada con la política actual. Es decir, se han asentado sobre una plataforma discursiva de lo irreal, de lo inalcanzable. No quiere decir que muchos temas sean irresolubles, sino que éstos —los aspirantes— hablan políticamente de los asuntos, pero no presentan métodos efectivos para solucionarlos.

En una serie de entrevistas con algunos de los aspirantes a la gubernatura, la evasiva a la realidad fue la constante. Casi todos saben sobre la existencia de serios problemas en la entidad y todos ofrecen solucionarlos, pero ninguno supo decir cómo lograr ese objetivo. Su calidad comunicativa, podría calificarse como de media baja, hacia más abajo.

Plácido Morales, Francisco Rojas, Zoé Robledo, Rutilio Escandón, Enoc Hernández, Armando Melgar —en ese orden de preferencia del público en las redes sociales—, fueron hábiles en el manejo discursivo, pero no en el de una agenda temática eficaz. Una cosa es estar enterados de ciertos problemas y otra, tener la capacidad para enfrentarlos y revertir sus efectos nocivos.

Ello se refleja en la reacción de los votantes; pero también pone sobre la mesa de discusiones, las flacas cualidades de quienes pretenden gobernar. No tener nociones claras de problemas reales que afectan directamente a la ciudadanía y lo peor, no tener la receta para erradicarlos evadiendo siempre la responsabilidad de, por lo menos, reconocerlos, debe obligarnos, como ciudadanos, a verlos detenidamente para revalorar cualquier intención de voto.

Ahora bien, entre los demás aspirantes que no pudieron (o no quisieron) ser entrevistados están Eduardo Ramírez, Fernando Castellanos, Emilio Salazar, Roberto Albores, Jesús Orantes, José Antonio Aguilar Bodegas y Leonardo Güirao; los primeros cuatro, desde hace cinco meses dice que sí, que “la otra semana” y nada.

Con los demás, las solicitudes de entrevista se han hecho por los conductos institucionales y tampoco ha habido respuesta. De la oficina de prensa de Güirao, vino una inusual y torpe contrapropuesta: “Dice el diputado que si puede hacer el favor de redactar usted toda la entrevista y que le mande su número de cuenta para depositarle.” ¡Bah! ¿Les interesa gobernarnos? Juzgue usted.

¿Califican, hasta hoy, los aspirantes a la gubernatura? ¿Reflejan conocimiento real del estado? ¿Están capacitados para tender puentes de desarrollo más allá de la retórica discursiva? ¿Son confiables sus propuestas? ¿Cuáles son sus principales fallas? ¿Les creemos cuando dicen que quieren cambiar las cosas para vivir mejor?

Hay una ausencia absoluta de propuestas serias y sensatas. Hay carencia de valores y principios en los discursos. Vemos un alejamiento arbitrario entre los aspirantes y los electores. No hay una conectividad entre la aspiración genuina del ciudadano y la ambición retorcida del aspirante. Todo se ha querido suplir con un lenguaje florido, como ocurrió hace unos días con uno de los precandidatos.

Gobernar a un estado como Chiapas, requiere no solo de discursos ni repartición de despensas; no es con dádivas como se van a superar los graves problemas que se tiene. Es con programas y proyectos definidos y bien dirigidos. Es con propuestas realistas, no con ocurrencias de último minuto. Gobernar a Chiapas debería ser, para los aspirantes, un desafío más allá de las ambiciones y mucho más entrado en la realidad; es conocer sus debilidades y encontrar sus puntos de fortaleza para aprovecharlas para el bienestar colectivo.  No sirven los discursos bonitos, ni las frases trilladas, ni el palabrerío fatuo; sirve la capacidad, la inteligencia, el sentido común, pero, sobre todo, el amor a ésta tierra. ¿Podrán entenderlo los aspirantes?